lagrimas de angel
En la mitad de lanueva novela infantil de Edna Iturrald, una niña indigente de más o menos 12 años, llamada La Flaca, le cuenta a su compañero de ventas callejeras uno de los episodios de su vida: "Cuando estaba en elalbergue, es decir, en la 'cárcel' de los curitas, nos hacían cantar todo el tiempo. Eso sí me gustaba y también que a veces venía una señora a contarnos cuentos".
Esa suerte de presencia accidentalde la señora que 'cuenta cuentos' parece ser uno de los escasos recuerdos que dulcifican la memoria de una niña cuya vida ha sido toda tragedia. Y parece también la secreta intención que ha empujadola pluma de Iturralde a través de las 126 páginas de la breve narración.
Parece como si la autora buscara convertirse en una presencia maternal para los niños de la calle que, según cuenta, lesirvieron de molde para imaginar sus personajes. Esa inquietud emotiva dicta los renglones por donde transcurre la ficción. Y tan profundo el influjo de su tierna idealización que incluso invade el terrenode la verosimilitud de los mismos personajes. Pues es difícil pensar que un lector, y más aún un lector joven (de los más difíciles de conquistar), pueda creerse que un niña de la calle pueda decirni en su mejor momento de inspiración: "¡No lo mires de frente! (...) Mejor me pongo a trabajar. Si no cumplo con la venta, me va a castigar. Mira, siéntate allí debajo (...) y espera a que el...
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