legalicus

Si hubiera visto el aserrín, no habría muerto”.

Alto, de complexión delgada y en buena forma física. Siempre caminando como si tuviera un lugar adonde ir, decidido. Con esos ojos que expresaban a través del azul-blanquecino, una inmensa melancolía. No podía siquiera mirársele a los ojos, esa fuerza que tanto nos hacia reír, también logro hacernos llorar.

Su nombre era Pancho. Aún esbozouna media sonrisa al escribir estas líneas, tan tristes como su caminar cuando se alejaba de la pista. Pero mi sonrisa es por recordar cuando el presentador anunciaba su entrada a la pista, con esa voz profunda y autoritaria, que tanto nos gusta y llena de emoción.- Y ahora con ustedes. Decía – el más aclamado de los payasos… Con ustedes… (Y hasta la voz del presentador cambiaba a un tono aún másagradable) ¡El payaso Pancho!- y el aplauso lleno de expectativa hacia aquel payaso ciego nacía.

En todos los años que regalo su don de risa, a grandes, chicos y moribundos, salió ante su público, con el mismo caminar de pato y girando su bastón, moviendo las caderas al ritmo del recuerdo, tributo a su héroe “Charles Chaplin”.

Su acto era corto, sin embargo siempre fue la atracciónprincipal. No eran pocas las personas que pagaron varios boletos, para ver a Pancho varias veces (y con justa razón, porque ninguna de sus presentaciones fue nunca igual o repetida a la anterior). Tampoco eran pocas las mujeres que esperaban, horas, fuera del circo, para acompañarlo a casa. No por el hecho de ser ciego, sino porque él era todo un personaje, dentro y fuera de la carpa.

Cuando alguno deestos “buenos samaritanos” se ofrecía a guiarlo a casa, el siempre decía- acompáñame, mas no me guíes, no hay que quitarle su profesión a mis más constante acompañante.- sujetaba el bastón gentilmente frente a su cara, y decía con toda la melancolía que sus ojos blanco-azules contenían – mi padre me enseño el camino, me acompaño de la mano y se encargo de que en su ausencia, un fiel amigo meguiara- sonreía discreta y tímidamente, como siempre lo hacía, bajando un poco la cabeza y decía- sería un honor, si me acompañas- y así, llego a casa todos los días, durante más de veinte años.

Era el mejor payaso, el mejor amigo, el mejor consejero y un día fue el mejor esposo.

Se conocieron cuando él podía disfrutar de ver su pelo negro siendo mecido por el viento. como siempre, el iba avisitar a uno de sus amigos preferidos, Felipe el elefante, que siempre lo recibía haciendo un alboroto cuando Pancho llegaba, pues sabía que una vez más habría una manzana para él, unas palabras amables que no le pedían hacer ninguna gracia y una caricia honesta. Ella, iba con su hermano menor, a ver a Pancho el payaso.
Pancho brinco el barandal ágilmente, le hizo una caravana a su paquidermoamigo y saco de su saco negro una roja manzana, de su pantalón de mezclilla un pañuelo y como era costumbre, la limpio frente a su amigo diciendo- vamos Felipe, ya sabes que hay que desinfectar las frutas y verduras.- mientras el elefante le alborotaba el pelo corto, negro, que ya empezaba a pintar algunas canas. Le dio la manzana y una caricia en la trompa. El niño al ver esto, quiso hacer lo mismoque aquel joven, de apariencia amable, intento brincar el barandal, pero era pequeño y cayó de bruces. Ella lo abrazo y le explico que eso no debía hacerse. Pancho volteo al oír el alboroto causado por el niño, y aprendió lo que era amar. Ello lo aprendió varias horas después.
Murió con su hijo en el vientre, algunos meses después. Pancho no lloro, pero algo en sus ojos cambio con el tiempo, nohacia la amargura, sino a la melancolía de haber amado y perdido, ya ante la resignación de amar por siempre un recuerdo y un sueño.

A la semana, el se encontraba maquillándose para salir nuevamente, a hacer feliz a la gente, a crear ilusiones en los niños. Cuando le pregunte porque lo hacía me respondió con convicción – amigo, jamás voy a conocer a mi hijo, pero puedo hacerlo reír aun, a...