Madre Que Nos Alimentas

MADRE QUE NOS ALIMENTAS
ERES TU VIRGEN MARIA

P. Luis Alberto Colón Rivera SEMV

En 1559 el inquisidor general, Fernando Valdés Salas, publicó su índice general de libros prohibidos. Entre la resaca de libros que se vieron señalados de infección herética encontramos en su mayoría clásicos de la espiritualidad católica y cuyos autores son preclaros de la más sana ortodoxia espiritual ydoctrinal, como fray Luis de Granada, San Juan de Ávila y San Francisco de Borja. El celo inquisitorial de Fernando Valdés no perdonó ni al mismísimo arzobispo de Toledo Bartolomé Carranzas. Es la suerte que corren almas buenas a merced de los caprichos infundados de personalidades mediocres y suspicaces.
De vez en cuando estos “brotes inquisitoriales” aparecen perturbando la pacífica posesión ydisfrute de las verdades más elementales de la fe. Con un aparente celo por guardar las formas de la ortodoxia, consciente o inconscientemente, se convierten en verdugos de la verdad, pensando que sus pobres luces especulativas pueden competir con el sol de la más sólida tradición teológica de la Iglesia que sirve de savia vivificadora para la vida espiritual de las almas. Y, cuando estos artilugiosse ceban en declarar herético lo que Dios ha querido realizar en la Santísima Virgen, es vergonzoso y abominable.
A la Santísima Virgen no le tenemos que añadir ni quitar nada. Su rol singular en la obra de la salvación, donde vive unida indisolublemente a Cristo, es testimonio unánime de la Sagradas Escrituras y de la Tradición, como reconoce el mismo Concilio Vaticano II (cf. Lumen Gentium,53.61.63). Si aun nosotros simples bautizados, no duda S. Pablo en proclamar, “somos colaboradores de Dios” (I Cor 3,9), ¡cuánto más lo es María!, quien al llegar la plenitud de los tiempos, con su asentimiento al anuncio del ángel (cf. Lc 1, 38), se convierte en la gran colaboradora de Dios en sus planes de entregarnos a su Hijo como salvador (cf. Gal 4, 4; Jn 3, 16). Ella es la nueva Eva juntoal nuevo Adán como atestigua san Ireneo ya en el siglo II. El doctor de la gracia, san Agustín, no duda en atribuir a la Virgen la calificación de «colaboradora» en la Redención (cf. De Sancta Virginitate, 6; PL 40, 399), título que subraya la acción conjunta y subordinada de María a Cristo redentor. En María todo nos lleva a Jesús y nos pone en sintonía con su palabra y con la voluntad salvíficadel Padre (cf. Jn 2, 5).
Cristo ha querido quedarse con nosotros hasta la consumación del mundo en el sacramento de la Eucaristía. En este sacramento Cristo nos entrega su Cuerpo y su Sangre que se ofrece, para alimento y salvación de todos los hombres. Pero, ¿quién dio a Jesús ese cuerpo y esa sangre humana? ¡María! (cf. EE, 55). Dejemos que sea el beato Juan Pablo II quien nos ilustre comomaestro y doctor en la fe estos lazos inefables entre la Santísima Virgen y el santísimo misterio de la Eucaristía: “En la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, nuestro profundo agradecimiento sea elevado al Padre, quien nos ha dado al Divino Verbo, al Pan vivo que desciende del cielo, y nuestro agradecimiento es gozosamente elevado a la Virgen, quien ofreció al Señor la Carneinocente y la preciosa Sangre que recibimos en el altar. "Ave verum Corpus": verdadero Cuerpo, verdaderamente concebido por obra del Espíritu Santo, llevado en el vientre con inefable amor (Prefacio II de Adviento), nacido por nosotros de la Virgen María: "Natum de Maria Virgine". Este divino Cuerpo y Sangre, que después de la consagración está presente en el altar, es ofrecido al Padre, y se vuelveComunión de amor para todos, consolidándonos en la unidad del Espíritu para edificar la Iglesia, preserva su maternal origen de María. Ella preparó el Cuerpo y la Sangre antes de ofrecerlos al Verbo como regalo de toda la familia humana para que pudiera revertirse de ellos al volverse nuestro Redentor, Sumo Sacerdote y Víctima. Por tanto, en el origen de la Eucaristía está la vida virginal y...