Mario Benedetti

Páginas: 11 (2583 palabras) Publicado: 30 de marzo de 2013
ESCRITO EN ÜBERLINGEN

No es que la perspectiva me haga feliz, pero hace una semana pensaba que iba a ser difícil y en cambio ahora estoy convencido de que es viable. ¿Por qué he elegido esta pequeña ciudad alemana? Quizá porque mi padre me hablaba siempre de Überlingen, aunque él había nacido bastante más al norte, en Stuttgart. Fue una lástima que no llegara a Montevi­deo como turista o almenos como emigrante, sino como marinero del Graf Spee, en diciembre de 1939. Jamás olvidó aquel sepelio de sus compañeros, muer­tos en la batalla contra los cruceros británicos, y cuando cantaba despacito ich hatte einen Kameraden, como lo había hecho entonces, se le nublaban los ojos. Durante muchos años iba todos los domingos a la costa, nada más que para contemplar durante horas y en silenciolos restos del acorazado que emergían de las aguas.


Nunca se adaptó. Se quedó en Uruguay sólo porque conoció a mi madre, que era de Minas, y el desconcierto, la derrota y la nostalgia se le transfor­maron en amor. Un amor elemental, primario, sin ma­tices, pero amor al fin. Mi madre demostró un extra­ño coraje, porque para todos, en aquel tiempo, mi padre era un nazi, y la boda significó paraella la ruptura con toda su familia. Yo ni siquiera conozco a mis tíos y primos. Muchas veces ella me narró los pormenores de esa etapa sombría, pero la verdad es que se mantuvo firme.


Eso de que mi padre era nazi no era un chisme ni una calumnia; efectivamente lo era, lo fue hasta su muerte. Cuando la derrota del acorazado de bolsi­llo, él abrió un paréntesis, pero seis años más tarde, alconcluir la guerra, lo cerró bruscamente y nunca se repuso de semejante conmoción. Trabajó siempre como mecánico, en un taller de la Aguada. Con los años logró hacerse socio y al final se convirtió en único propietario. Esa fue su vida. Llegaba del taller cuando ya estaba oscureciendo, se metía en el baño por una hora o más, es decir el tiempo que necesitaba para quitarse aquella mugre. Luego sesentaba con mi ma­dre en el jardincito que teníamos en el fondo de la casa, y eran los únicos momentos en que le veía son­reír. Nunca quiso estudiar en profundidad el espa­ñol, y cuando decía las frases imprescindibles para desempeñarse en su trabajo, tenía un acento mucho más duro que el de otros miembros de la colonia. Mi madre en cambio aprendió fácilmente el alemán y éste era el idioma que sehablaba corrientemente en casa.


Tanto a mí (que había nacido en 1941) como a mi hermano (dos años menor), mi padre trató de inculcarnos sus creencias, sus fervores, sus prejuicios, su fanatismo. Conmigo lo logró en buena parte; no así con mi hermano, que siempre se rebeló. Ni siquiera consiguió hacerle escuchar por las noches los progra­mas de onda corta en alemán. Hay que decir que no bienjuntó unos pesos se compró un receptor de radio de extraordinario alcance. A mí consiguió inscribirme, años después, en el Liceo Militar, pero mi hermano se negó y prefirió hacer la secundaria en el Rodó.




En realidad, nada de esto es lo que importa ni lo que quiero escribir. Lo que quiero escribir es algo así como una última parrafada, casi un testamento. Mi nombre es Alberto (mejor dichoAlbrecht, pero nadie, salvo mi padre, me llamó nunca así) Scheffel, exactamente comandante Scheffel, 41 años, desertor. Puedo escribir y deletrear esta palabra porque mi pa­dre está muerto, de lo contrario no me habría atre­vido. Todavía recuerdo su mirada cortante cuando mi hermano le anunció, en abierto desafío, que se había afiliado a la Juventud comunista.



¿Por qué empecé a torturar?Decir que por obediencia y disciplina es lo más fácil, pero ni yo me lo creo. Relatar que lo conversé con mi padre, ya bastante enfermo, y que él me dio su visto bueno, casi su bendición, es más complicado, pero tampoco es una razón última. Contar con pormenores que asistí por varios meses a los cursos norteamericanos de la Zona del Canal y que allí me convencieron y adies­traron, es verdad y tiene...
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