Mi cuentito

Terrible felicidad
Salí de la asquerosa zona comercial que rodea mi oficina en Breña, prendí la pésima radio de mi auto, sintonicé la estación menos mala y manejé camino a mi casa en mi auto en paupérrimo estado. Llegué a mi departamento no muy bonito en San Borja, subí las escaleras ya que el ascensor siempre me ha dado miedo, con esas puertas que te encierran y te atrapan y ese chillidorepetitivo, abrí la puerta de madera ya envejecida y me tiré en mi sofá para leer Perú 21. Saludaría a mi esposa, pero me dejó hace unos cuantos meses (ella ganaba casi el doble que yo y con ella se fueron varios integrantes de la casa, como nuestro bebé, la televisión, el colchón y demás, cosas que no puedo comprar porque no me alcanza) y bueno, leería El Comercio si mi mísero sueldo me permitieradarme ese ‘lujo’. Creo que no hay diferencia a cuando ellos estaban por aquí, me ignoraban, los ignoraba. Aunque esa pequeña persona siempre me mantenía alerta con los tantos ruidos que hacía. Qué será de ellos. Otra opción sería visitar a mis vecinos y conversar un poco, pero no me he preocupado por entablar amistades dentro del edificio y ni siquiera sé quiénes viven acá. Creo que debería vendermi carro para seguir viviendo, pero pensándolo bien, ¿quién compraría esa chatarra? Repetí unas cinco veces con un tono de voz elevado “ya quiero que se acabe este día”, tal y como lo hago todos los días. Me fui a mi cama, grité y pateé un par de cosas de mi habitación para desquitar toda mi ira por no tener una cama decente. En fin, me eché, me tapé con eso que se podrían llamar sábanas y traté dedormir.
Me encontraba a punto de conciliar el sueño cuando de pronto escuché un llanto fortísimo, insoportable, probablemente proveniente de una niña. Traté de obviarlo, pero no podía aguantar más, así que me paré, busqué tapones de oídos en el cajón donde siempre encuentro este tipo de porquerías, me los puse y me volví a echar. Finalmente, me quedé dormido.
Al día siguiente fui a trabajar,discutí con unos cuantos tipos de limpieza y regresé a mi casa. Estaba más cansado que otros días, por lo que únicamente repetí mi típica oración un par de veces. Fui a la cama más temprano que ayer, tal vez pensando que así no volvería a escuchar aquellos gritos de la noche anterior. Sin embargo, tan solo un cuarto de hora después de haberme tirado sobre mi cama, se comenzó a escuchar un adelantode lo que sería otra mala noche. La aguda seguidilla de gritos no tardó mucho en aumentar su volumen, al igual que mi estrés y furia. No podía creer que se repitiera todo esto de nuevo. Quería matar, destruir a quien sea que haya estado haciendo tal ruido. Tuve que volver a utilizar los tapones de ayer. Me los acomodé y me volví a quedar dormido, aunque con más esfuerzo que antes.
Me despertécon las ojeras más negras que he visto desde que nací y fui a trabajar. Por fin era viernes, aunque no me sirve de nada más que para descansar. Cómo puedo detestar mi vida, a estas alturas ya debería estar loco. Bueno, supongo que ya no escucharé más esos gemidos. ¿Será un animal? ¿Será una pareja teniendo sexo? ¿Le estarán pegando a alguien? Es imposible que por tercera vez consecutiva los oiga.Pasaron las horas, llegué a mi casa, me propuse irme a dormir. Sin embargo, ¿qué pasó justo cuando terminé de apoyar todo mi cuerpo en la cama? ¡Los malditos gritos agudos! Esto es intolerable. Me voy a quejar.
Bajaba las escaleras de mi departamento y el ruido se iba acrecentando. Cuarto piso y ya me reventaban los tímpanos. Tercer piso y sonaba más fuerte el ruido ocasionado por los autos de lacalle. Debe de ser aquí. Me encontraba al medio del pasadizo que llevaba a las únicas viviendas de este piso. 301 y 302. 301, ese debe ser. El 302 es un número tan estúpido, muchos edificios se lo saltean y van directamente al 303. Es 301, definitivamente. Me acerqué a la puerta a escuchar, mas no había golpes o algo fuera de lo común, solo es monótono grito que se asimilaba a un llanto, que...