Mi Primer Beso Cocalero

Mi primer beso tuvo sabor a Coca Cola y me lo dieron en un cementerio. Desde entonces, mi vida afectiva ha estado marcada por la dulzura y lo oscuro, por lo empalagoso y lo excesivo, por la risa y el llanto.
La conocí un día de fiestas patrias. Era pequeña, morena, con hoyuelos en los cachetes y con más coquetería que una tapada limeña. Era una mujer de afectos libres, que no se andaba con perosni excusas, si algo le gustaba, lo tomaba... y yo lo gusté y me tomó, claro, después de tres o cuatro de mis amigos. Pero, no la juzgo, ella me enseñó a besar, ella me enseño a querer, ella me hizo como ella.
Marcado estoy por esta relación, porque, desde entonces, me gustan las mujeres libres, con experiencia; esas que te guían, que te dicen qué hacer, que no se quedan calladas, que te explicancómo llegar hasta la última morada: su corazón (y, al hacerlo, te dicen que tú no eres el único que vive allí).
Tenía 12 años, y vivía en Cajamarca con mi abuelo materno, pues mi abuela, quien me crió, había fallecido hacía poco. Mi abuelo cayó en una depresión total, situación que mis tíos y yo aprovechamos para desbandarnos: llegábamos a casa tarde (o no llegábamos), nos la pasábamosmataperreando, bebiendo y fumando (ya he contado que, desde los 12 años, bebo y fumo, aunque al cigarrillo ya no le hago caso, al menos no como antes), viviendo (porque, desde mi perspectiva, la vida, para que sea vida, se hace invalorable en el desenfreno).
Y en ese desenfreno andaba cuando una belleza de hoyuelos llegó a mi vida. Yo estaba parado en la esquina de mi casa, esperando a mi amigo Danilo,'El Bambino', cuando ella pasó a mi lado y, con total desfachatez y con una coquetería que hasta hoy me emociona, me hizo un 'hola' con la mano.
Me emocioné tanto que me olvidé de Danilo, El Bambino, y corrí detrás de ella. Al hacerlo, aunque nadie lo sabe, batí el récord mundial de los 100 metros planos. La alcancé en un microbús y con el corazón a mil y nerviosísimo, la abordé. "¿Me dijiste'hola'?", le pregunté. "No", me dijo. "Te decía 'chau'. 'Hola' te digo ahora" y, coquetísima y llena de hoyuelos, me dio un beso en el cachete. Estaba enamorado.
Con ella y su prima, la fea, fuimos a Fongal, la feria donde los adolescentes cajamarquinos iban a beber y a amar, a hacerse adultos, irresponsables, y esa tarde, la belleza libertina y adolescente gracias a quién conocí el amor al primer'hola', me sangró, me coqueteó y me enamoró, pero terminó chapándose a mi pata Paul (ver en este blog el post Alcohol y sentimientos II).
Acongojado y despechado, ese día me mandé una de las más grandes -y primeras- borracheras de mi vida, y descubrí que el alcohol sirve para muchísimas cosas, y que es perfecto para ahogar, literalmente, las penas de amor.
Pero, ey, estaba enamorado. Y si algo soydesde pequeño, es persistente, obsesivo, terco. La chica de los hoyuelos iba a estar conmigo, no importaba cuándo ni en qué circunstancias, pero, si de algo estaba seguro, era que sus labios iban a besar los míos.
Me convertí en un avispado investigador y averigüé su nombre, peso, talla y medida oficial; gustos, prontuario y dirección. Así me enteré que, a sus doce años, ya había tenido variosenamorados, algunos de ellos conocidos míos, que estudiaba en la escuela de mi hermana, que muy buena alumna no era porque, a pesar de tener mi edad, había repetido dos años y aún estaba en la primaria. Nada de esto me importó, digo, yo quería una mujer para amar, no una para filosofar.
A su casa no la podía ir a buscar porque tenía, oh contradicciones de la vida para un espíritu libre como ella,una mamá muy estricta y un hermano muy celoso. Su papá era un pan de dios, trabajaba en un banco, era dominado por su esposa y le decían, por feo, 'Cacerolón'. Pero también me enteré de que la chica de los hoyuelos era parte de la escolta de su colegio y que todos los domingos desfilaba en la Plaza de Armas de Cajamarca.
Así que allí me tenían, todos los malditos domingos, a las 7 de la mañana,...