Miguel Aguerralde El Fabricante De Mu Ecas

Páginas: 225 (56238 palabras) Publicado: 24 de marzo de 2015

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Dedicatoria
A mi ciudad ya su gente.
A Eli. Y a Mónica
Un lugar malvado atrae a personas malvadas
S. K.
Capítulo 0
La luz se encendió de pronto y la súbita claridad le hizo daño. Llevaba tanto tiempo a oscuras que se había olvidado de que tenía los ojos abiertos. Estaba tirada en el suelo, desnuda. Las lascas de cemento y un frío helado se clavaban en su cuerpo. Probablemente tuviera una pierna rota.
Una mano agarró subrazo y tiró de ella con violencia. No podía ver nada más que fluorescentes sucediéndose uno detrás de otro y paredes grises. Alguien la arrastraba por un pasillo interminable desgarrándole la piel de la espalda. Sus gritos no sirvieron de nada. Otros gritaban más fuerte.
Tres escalones le trajeron la oscuridad de nuevo. También hicieron crujir su cadera. Las punzadas de dolor se multiplicaban. Lasentaron en una silla y escuchó el chirrido de las patas metálicas de un taburete arañando el suelo. Se encendió entonces una bombilla frente a ella. El viejo la estaba mirando. Sonreía.
El tipo acercó sus manos al cuerpo de la chica y la palpó de arriba abajo. Respiraba con dificultad emitiendo un gruñido molesto, asmático. De vez en cuando hacía un chasquido nervioso con la lengua, como siquisiera despegarse un caramelo de los dientes.
Aquella piel, tan lisa y morena, le gustaba, pero tenía demasiados arañazos. Los miembros eran largos, escuálidos: no le servirían. Le llamaba la atención el pelo, quizá lo utilizara más tarde. Se permitió un segundo para pensar con qué cuchillo arrancárselo sin producir demasiados desperfectos en el rostro.
No obstante, lo que codiciaba de ella eran susojos. Esos sí los quería. El viejo acercó un punzón al globo ocular.
Capítulo 1
El hombre intentó levantarse, pero, una vez más, cayó sobre el asfalto.
Aunque aún no la recordara, la paliza había sido brutal. El lado derecho de su cuerpo estaba completamente entumecido, era posible que tuviera la pierna y el brazo fracturados. No sabía cuántas horas llevaba tirado en aquella cuneta; sin embargo,presentía que, si no lograba levantarse, iba a ocurrir algo horrible. Decidido a continuar, se giró sobre sí mismo y gateó hasta el quitamiedos.
Aferrándose a la valla metálica consiguió al fin erguirse.
Se encontraba en lo alto de una loma. Abajo, el océano rugía reventando contra las rocas del acantilado. El hombre apoyó los dos pies en el barro y se esforzó en seguir ascendiendo por lacarretera. Mientras lo hacía, le asaltaban imágenes desenfocadas, ruidos y una marea confusa de voces.
«El viejo, busca al viejo.»
Tuvo que detenerse para recuperar el aliento. Apretó los párpados y maldijo en los dos idiomas que conocía. Debía recordar, tenía que hacerlo. Finalmente, sus rodillas cedieron y se desplomó de nuevo.
«Matt.»
El grito de una mujer acudió a su mente. Reunió fuerzas y, condificultad, se ladeó para apoyar en la tierra el brazo sano. Un camino sin asfaltar se abría ante sus ojos, un sendero embarrado que desaparecía tras un recodo. Se arrastró hasta ponerse de pie junto a la pared de roca que bordeaba el precipicio, con la mirada fija en la penumbra donde se perdía de vista el camino, como si desde allí le llegaran palabras y recuerdos que su mente no era todavía capaz deordenar. La mujer, los disparos, el viejo…
«Corre, Matt, corre.»
Un extraño sonido interfería entre todas aquellas voces repitiéndose constantemente como el estribillo de una canción infantil. Un chasquido húmedo, pegajoso.
Entonces su mente lo reprodujo al fin con todo el horror que contenía. Sus músculos se tensaron.
«¡Yetch!»
Las piernas volvieron a flojearle y, extenuado, se arrodilló de...
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