Monadolog A Gottfried Leibniz
LA MONADOLOGÍA
1713‐1715
Gottfried Leibniz
Edición electrónica de
www.philosophia.cl / Escuela de
Filosofía Universidad ARCIS.
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MONADOLOGÍA
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La Mónada de que hablaremos aquí, no es otra cosa que una substancia simple, que forma parte de los compuestos; simple, es decir, sin partes.
(Teodicea, § 10).
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Es necesario que haya substancias simples, puesto que hay compuestas; porque lo
compuesto no es otra cosa que un montón o aggregatum de simples.
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Allí donde no hay partes no hay, por consecuencia, ni extensión, ni figura, ni divisi‐
bilidad posibles. Y a estas Mónadas son los verdaderos Átomos de la Naturaleza y, en una palabra, los Elementos de las cosas.
Leibniz, para explicar las leyes naturales, encuentra insuficiente la simple substancia extensa de
Descartes, que crea, por otra parte, un abismo entre ella y el pensamiento. Los átomos materiales no
bastan tampoco, porque toda porción de materia es infinitamente divisible. Los átomos deben ser
inmateriales. Así, pues, la Mónada es un átomo formal, un punto dinámico, no material.
Cuando Leibniz habla de cuerpo o de materia, hay que tener en cuenta que en él esto es una
simple designación. No acepta la existencia de nada material y extenso en el sentido de Descartes.
Para él la materia es un simple agregado de partes formado por una colección de Mónadas regidas
por una Mónada central. Como la Mónada dice inextensión, el cuerpo o materia es extenso de modo puramente fenoménico. Es decir, la extensión es la manera que la Mónada tiene de representarse las
substancias compuestas. El mismo explica el uso de estos términos que podrían parecer equívocos:
«Mas así como el alma no debe emplearse para dar razón del detalle de la economía del cuerpo del
animal, así también pensé que no debían emplearse esas formas para explicar los problemas parti‐culares de la naturaleza, si bien son necesarias para el establecimiento de verdaderos principios ge‐
nerales.» Nuevo Sistema de la Naturaleza (traducción de MANUEL GARCÍA MORENTE).
2 De μόνας, unidad.
Las palabras escritas con mayúsculas y los subrayados figuran así en los manuscritos de
esta obra de Leibniz.
Los números al final de algunos párrafos de esta obra corresponden a los parágrafos de la Teodicea.
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No hay que temer en ningún caso la disolución, y no es concebible ninguna mane‐
ra mediante la cual una substancia simple pueda perecer naturalmente.
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Por la misma razón no hay tampoco ninguna, mediante la cual una substancia sim‐ple pueda comenzar naturalmente, puesto que no podría ser formada por composi‐
ción.
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Por tanto, se puede decir que las Mónadas no podrían comenzar ni terminar de
una vez, es decir, no podrían comenzar más que por creación, y terminar más que
por aniquilación; por el contrario, aquello que está compuesto comienza y termina
por partes.
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No hay medio tampoco de explicar cómo una Mónada pudiera ser alterada, o cam‐biada en su interior por alguna otra criatura; pues no se le puede transponer nada,
ni concebir en ella ningún movimiento interno que pueda ser excitado, dirigido,
aumentado o disminuido dentro de ella, como ocurre en los compuestos, donde
hay cambio entre las partes. Las Mónadas no tienen ventanas, por las cuales alguna
cosa pueda entrar o salir en ellas. Los accidentes no pueden separarse, ni salir fuera de las substancias, como hacían en otros tiempos las especies sensibles de los esco‐
lásticos. Por tanto, ni una substancia, ni un accidente puede entrar desde fuera en
una Mónada.3
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Es necesario, sin embargo, que las Mónadas posean algunas cualidades; en otro ca‐
so no serían ni siquiera Seres. Y si las substancias simples no difirieran por sus cua‐...
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