Nadie puede saberlo
Domínguez. — Estoy prevenido... ¿Va usted, pues, a presentarme asus enfermos? Gutiérrez. — Por supuesto. Su entrevista sería incompleta si no se ba-sase en el conocimiento personal de los recluidos. Domínguez. — Muy bien me parece... (Inquieto). Sólo que no hay en-tre ellos alguno... Gutiérrez (Sonriendo). — ¿Quiere usted decir peligroso, loco furio-so?... No, no tenemos sino enfermos inofensivos, simples chifla-dos... Claro está que uno nunca puede fiarsemucho de esta gente... Domínguez (Incómodo). — i Ah!... de modo que puede darse el ca-so... de que... uno de ellos... Gutiérrez. — No, no, no hay nada que temer. Domínguez. — Pero llegado el caso de que alguno se enfurezca, doc-tor... Gutiérrez. - ¡Ah!, eso es algo serio. Porque la rabia en los locos al-canza proporciones tremendas, convirtiéndose los enfermos en Hércules, ¿sabe?, capaces deestrangularlo a usted con una mano. (Domínguez se lleva la mano a la garganta asustadísimo). Es horri-ble. Hace años una de las recluidas, muchacha de 21 años de edad, mató en esa forma al cuidador del
establecimiento. Domínguez (Impresionado).- i Oh! Doctor... Caramba, ¿eh?... Yo no sabía esto... Gutiérrez. - No está de más que lo sepa, señor. Pero no se impre-sione usted. Domínguez. (Muy incómodo). —¡Oh!, no, doctor, no me impresio-no nada... Es decir, casi nada... Gutiérrez. — No hay que tenerles miedo. Y para que aprenda usted cuan inocentes son en el fondo, voy a relatarle algunas de sus ex-centricidades. (Domínguez saca libreta y lápiz). Así no se asustará cuando los tenga delante.
Domínguez. -No me asustaré. ¡No faltaba más! Gutiérrez. - Uno de los casos más simpáticos es el de "CristóbalColón"... tenemos aquí a Cristóbal Colón (risa de Domínguez). Es ^un caso de manía tranquila, siempre que no se tenga la mala idea de contradecirlo... Pasa este hombre encerrado en su cuarto... ro-deado de cartas e instrumentos, trazando la ruta de su barco... De pronto, descubre "América"... América es el jardín. Entonces ar-ma Colón un escándalo que pone la casa en conmoción... Al díasi-guiente se olvida del magno suceso, y vuelve a descubrir el nuevo mundo. Y en esto está desde hace nueve años. Domínguez. — ¡Nueve años! (Risa nerviosa). Gutiérrez. —Hay casos más raros todavía. Por ejemplo: el de la señora que pone huevos... Domínguez. -¿Que pone qué? Gutiérrez. - Huevos. Domínguez. -Huevos. (Silencio). ¿Cómo es eso? Gutiérrez. — Hay aquí una señora que pone huevos. Domínguez. —Una...
Regístrate para leer el documento completo.