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Había una vez un tipo con cara de Locker. Le decían el care-locker. Tras un par de semestres de estudiar en la universidad tuvo que abandonar a la fuerza sus labores académicas: los porteros de lafacultad empezaron a exigirle, violentamente, que permaneciera de pié, estático, en la sección de los lockers de los estudiantes, al lado de estantes y estantes de casilleros azules entre los cuales secamuflaba perfectamente.
Durante años nuestro protagonista opuso a las burlas por su apariencia una fiera convicción de sus propias capacidades intelectuales y humanas: alumno destacado y atleta sinpar, el care-locker enfrentaba cualquier reto con la fiereza del que no teme por su propia integridad. Aunque jamás hizo demasiados amigos, se propuso no dejar que su rostro-objeto desviase laatención de los verdaderos logros de su vida. Así, atravesando la ruta de quien consigue todo lo que se propone, el care-locker se graduó del colegio con mención de honor e ingresó becado a unas de lasmejores universidades del país. Sus días, solitarios y uniformes, lo encontraban estudiando cálculo y física, practicando boxeo en el gimnasio de la universidad (su rostro metálico era el terror de lospuños más poderosos) y leyendo novelas de ciencia ficción en los soleados prados del campus.
Una mañana, de camino a clase y con cientos de ecuaciones rigurosamente resueltas para un parcial de mitadde semestre, el care-locker fue abordado por un portero de la universidad.
- “Me permite su identificación?”, le dijo el empleado, incapaz de disociar al ser humano que tenía en frente del objetoinanimado que representaba su rostro. Extrañado, el care-locker mostró su carnet, esperando con tranquilidad que todo se encontrara en orden.
- “Acompáñeme un momento”, contestó el funcionario deseguridad.
- “¿Qué sucede?” respondió nuestro héroe.
- “Párese ahí, al lado de los otros lockers!”, contestó fuera de sí el guardia. “de pié”, insistió con una leve sonrisa en los labios.
Ferozmente...