Pedazo del libro buenas conciencias

Páginas: 40 (9872 palabras) Publicado: 21 de marzo de 2011
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ÉSTA ES la gran casa de cantera, habitada hasta el día de hoy por la familia. La historia de Guanajuato ha patinado sus muros de piedra rosa. Las vidas de los Ceballos, sus alcobas y corredores. La gran casa de cantera, situada entre la bajada del Jardín Morelos y el Callejón de San Roque, frente al templo del mismo nombre y a unos metros de la hermosa plazue¬la a la que dan fama, año con año,las representacio¬nes, en un escenario casi natural de faroles, árboles, rejas, muros ocres y cruces de piedra, de los entremeses de Cervantes.
Es lenta la vida de la casa, y hay algo ruinoso, más que en las viejas paredes, más que en las vigas hú¬medas, en el aire que durante las noches descansa y acumula el polvo entre los pliegues de las cortinas. Ésta es la casa de los cortinajes: deterciopelo verde detrás de los balcones principales, de brocado antiguo entre las salas, otra vez de terciopelo –rojo, mancha¬do– en las habitaciones matrimoniales, de algodón en las demás. Cuando el alto viento de la montaña gime, estos brazos de tela se levantan y azotan y hacen caer por tierra las mesitas y los adornos cercanos. Se diría que alas espesas abrazan las paredes y se apres¬tan a levantarla casa en vuelo. Mas el viento se aquieta y el polvo busca otra vez los rincones.
Hay objetos que la luz se empeña en aislar: el gran reloj de la sala, los sables plateados del tío Francisco, el frutero de bronce que brilla siempre en el centro del comedor oscuro. El tablero de campanillas a la entrada de la cocina, y los azulejos de ésta, y sus tras¬tos de cobre y barro. La fuente de cantera delpatio, blanca en la noche. El resto de la casa es parda. Las vigas altas, las paredes cubiertas de un papel verdoso, los muebles de madera y seda y mimbre opacos.
Los salones y las recámaras ocupan el segundo piso. Cuando se abre el enorme zaguán de la Bajada, el patio apenas se respira al fondo; a la derecha inme¬diata sube una escalera palaciega, de piedra, con es¬cudos de la ciudad labradosen los altos muros y un lienzo de la Crucifixión en el descanso. Por aquí se llega al largo salón que en otra época era blanco y alegre, con piso de tezontle, muros enjalbegados y muebles de nogal rubio. El abuelo Pepe Ceballos le dio su cariz actual: los gruesos cortinajes, los candi¬les y el papel verdoso, el piso de parqué, los sofás de seda marrón y las columnas de lapislázuli. Los cuatrobalcones que miran hacia la plaza de San Roque se abren desde este largo salón. Una cortina de brocado lo separa de la sala más pequeña, sin luz, donde la orquesta acostumbraba instalarse en los viejos tiem¬pos. Una puerta de vidrio opaco y diseños floren¬tinos conduce al comedor encerrado y mustio, a cuyas espaldas, y a lo largo de toda el ala, se extiende la cocina. Otra puerta semejante esconde labiblioteca con sillones de cuero renegrido, y de allí es posible pasar al corredor sobre el patio interior, donde fluyen el murmullo del manantial y el verdor de los líquenes. El corredor en escuadra da luz a la biblioteca, a la recámara principal y a la de Jaime. Al fondo se en¬cuentra el baño común, instalado a principios del siglo. Subsisten las llaves de oro, cabezas de león, con las que PepeCeballos adornó su tina. Y subsiste el agua ferrosa, color café, que ameniza las abluciones en Guanajuato.
A la entrada de la casa, a la izquierda, está el bodegón repleto de telarañas, baúles, cuadros des¬echados, muebles cojos, leña, colecciones de maripo¬sas cuyas alas se mezclan con el vidrio pulverizado que las cubría, espejos teñidos, paja, tomos desencua¬dernados de los folletines leídospor las generaciones pasadas: Paul Féval, Dumas, Ponson du Terrail; má¬quinas de costura olvidadas. Tilbury sin ruedas, ca¬rroza negra donde se alberga la polilla, búho relleno de trapos, litografía de Porfirio Díaz enmarcada en plata negruzca, abultada forma del manequí de an¬taño. Una altísima claraboya deja pasar, granulada, la luz. Es la vieja caballeriza.
De igual manera que la luz aísla...
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