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LOS GIRASOLES CIEGOS de Alberto Méndez.
INTRODUCCIÓN DECARLOS PIERA A TOMÁS SEGOVIA: “EN LOS OJOS DEL DÍA”, ANTOLOGÍA POÉTICA:
“Superar exige asumir el duelo [...] que se patentiza [en] su ausencia definitiva [la del muerto]. En España no se ha cumplido con el duelo”.
PRIMERA DERROTA: 1939 o “SI EL CORAZÓN DEJARA DE LATIR”:
El capitán Alegría se entregó al enemigo: “¡Soy un rendido!”. Era una frase meditada porque primero se rindió y luego seentregó. Había que elegir entre ganar la guerra o conquistar un cementerio y él había rechazado ambas opciones (carta a su novia Inés, enero de 1938). Sólo se escuchaba el silencio de la noche y el bombardeo a lo lejos sobre Madrid cuando cruzó entre las trincheras.
Su rendición comenzó dos meses atrás. Pensaba que el sentido de la guerra sólo era mera supervivencia y una amalgama de crueldadestanto para la víctima como para el verdugo (carta a su profesor de Derecho Natural de Salamanca). Había estado tres años en Intendencia controlando milimétricamente los suministros, escrutando la derrota. Al principio pensó que al enemigo le faltaba alma de ejército, pero se dio cuenta de que el problema es que era un “ejército civil” que no podía sino perder frente a los militares.
El no era undesertor, sino un rendido porque seguía siendo enemigo después de su rendición. Según su opinión, los republicanos hubieran humillado más a Franco rindiéndose el primer día porque sin muertos no hay gloria, solo derrotados.
La falta de cualidades del capitán Alegría hizo que sus superiores lo destinaran a Intendencia cuando se incorporó al ejército sublevado en julio de 1936. Su labor de gestiónfue tan eficaz que a finales de 1938 era ya capitán, pero con el pasar de los muertos se había convertido en un “vivo rutinario”. Cuando llegó a la trinchera enemiga, y los sorprendidos enemigos le quitaron la pistola, estaba sin estrenar. Obedeció escrupulosamente las órdenes que le dieron. Cuando le preguntaron por qué se entregaba, respondió que el Comité de Defensa de Madrid estaba a punto derendirse. Aquellos soldados sin uniforme lo tomaron por loco. Quiso explicarse, no lo dejaron. Él no comprendía que aquellos desastrados actuaran como si no fueran conscientes de que su muerte [la de ellos] era inevitable.
A las 3 de la mañana fue conducido en una furgoneta hasta Madrid. A la altura de Bravo Murillo subieron a un herido con el hombro destrozado, sangraba. Trató de detener la...
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