Prólogo De Una Historia
Un educado carraspeo levantó la soledad. Sus ojos encontraron rápidamente los de la dama que se erguía tras la otra silla, y con mayor velocidad consiguiótanto como debería saber para lograr lo que deseaba de esta velada. Como cualquier otro caballero, se apresuró a levantarse y ayudar a la señorita a tomar asiento, retirando la silla en un cómodo movimiento y ofreciéndosela con una educada sonrisa.
-Muchas gracias, señor mío-. Entonó la joven con su melódica voz. -Creo que nunca no han presentado, mi nombre es…-.
-Mariel Angelyne Mepteli, hija delConde Mepteli y próxima heredera de la más fructuosa actividad del siglo; la traición.-. Su voz llegó con la celeridad de quien conoce a la perfección tanto como cabe conocer.
-Y usted es Sholmes Herlock, el más agraciado científico de una época de general decadencia y específica falta de modales. Tráteme con el respeto que me debe-. La tajante actitud que demostró Mariel volvió los ojos deSholmes pálidos un breve instante, los cuales recuperaron el color en cuanto volvió a su asiento. No esperaba que la intrépida joven siquiera pudiese conocer su nombre.
La grotesca soberbia que demostraba ella no le dejó opción a Sholmes, usar su extenso ingenio sería el camino más corto. Después de todo, tan sólo necesitaba que Mariel confirmase sus sospechas, el resto se reduciría analizar su tiernorostro y confidente vestimenta para situarla en el vacío tablero de ajedrez.
A juzgar por la irregularidad de su maquillaje, la rojez que recorría sus ojos y la falta de una joya distintiva de su linaje, era seguro afirmar que la batalla interna que la familia Meptali libraba por la herencia del Conde y el reparto de títulos había tomado más tiempo a la joven Mariel del que disponía esa mañanay, por ende, su semblante y general imagen no eran los que había visto tantas veces los días anteriores cuando espiaba los hábitos, idas y venidas de la familia. La irregular coloración en sus mano derecha era sin duda resultado de alguna severa quemadura química de pocas semanas de antigüedad. Para una estudiante de química era algo natural, pero la genialidad que Mariel había demostrado enanteriores años también se acompañaba de una cautelosa precaución. Difícilmente había derramado por accidente ácidos tales sobre sus delicadas manos, pues siempre se le requería llevar guantes. Era posible que la difícil decisión que había tomado era más de lo que su insegura majestad podía tolerar, puede que un pequeño olvido fuese todo el rastro que había de su ilegal actividad.
Desde luego lainvitación no había sido la más educada. Sabía que Mariel caería presa de su irreparable situación y recurriría a cualquier facilidad que se le presentase. Una anónima invitación a cenar con la promesa de información comprometedora sobre su hermano era algo que ningún Meptali hubiese rechazado. El joven Lackness era la imagen de la culpabilidad, todos sospechaban que él había encargado el envenenamientode su padre. Su conducta era errática y políticamente incorrecta, más de un juicio le había costado a su familia. Así pues, con el rechazo de los Meptali que siguió a la retirada de su título y derecho al trono, aunque no a la herencia, parecía claro que Lack buscaría toda oportunidad de saquear las arcas familiares.
Todos lo pensaban, pero por supuesto Sholmes veía algo bien distinto. Un...
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