raza de bronce

RAZA DE
BRONCE

Alcides Arguedas Díaz

OBRA CUSTODIADA POR EL

ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA

PRÓLOGO
Todavía recuerdo la honda impresión que me produjo la primera
lectura de este libro de Alcides Arguedas. Fué, de una parte, la
impresión que siempre nos causan las obras literarias «fuertes», es
decir, la que nos transmiten una imagen vigorosa, profundamente
tallada en la carneviva de una realidad humana, cualesquiera que
ésta sea: las intimidades, tan despreciables é insignificantes para el
mundo, de un corazón paternal, en Papa Goriot, ó la grandiosidad
épica del Poema del Cid. De otra parte, recibí en mi alma el choque
de una de esas miserias sociales que á la vez indignan y aplanan,
porque acusan la persistencia de un mal gravemente sufrido por
hermanos nuestros, y nosrebajan con la comprobación de que aún
no ha podido ser evitado por los hombres, no obstante todo el
progreso moderno y á despecho de todas nuestras vanidades
democráticas.
Y esto es, en resumen, la novela de Arguedas que ahora se
reimprime en España con un texto depurado equivalente á una
primera edición. No es poco, ciertamente.
La considerable producción novelística que desde fines del sigloXVIII ha hecho de esa forma literaria el pasto intelectual más
corriente de los lectores de libros (y de muchos de los lectores de
periódicos, para quienes el folletín es lo primero), ha traído consigo,
necesariamente, una desproporción grandísima entre el número y la
calidad. En un mismo autor—cuando ha sido fecundo—la
desigualdad es segura. Aun los que tienen garras de león, no
siempre aciertancon un punto vivo, de esos que palpitan ante el
escalpelo y duelen al menor roce, ó nos dejan contemplar algún
remanso de serena alegría y tranquilo goce del vivir. Así, en el
atormentado producir de nuestros tiempos (tormento de problemas
humanos que hacen vibrar las plumas, y también tormento de
originalidad y novedad buscadas por todos los caminos, aun los más
absurdos), sólo de vez en cuandoaparece una obra de esas que no
se olvidan, porque causó en nuestra alma el efecto de un golpe
brusco, productor de emociones profundas.
Arguedas ha acertado con ese golpe, y ha sido, á mi ver, porque
no ha escrito su libro como literato que «busca» un asunto y lo
prepara para causar determinado efecto, sino como historiador y
como hombr de acción que ve la realidad y de ella recibe un impulso
decreación artística; y todavía más, tal vez, como patriota á quien los

dolores y las deficiencias del vivir nacional hacen verter lágrimas de
amargura que, como tantas otras veces, piden ser expresadas en
forma que la emoción de que derivan se comunique á los demás
hombres, ignorantes de aquel trozo de realidad amarga ó no
percatados de su gravedad.
El caciquismo social que pinta Arguedas, expresauno de los
defectos más generales de nuestra vida presente en casi todos los
países. Es más agudo, por causas fáciles de advertir, en naciones de
economía elemental y donde existe una masa popular de raza
distinta é inferior, educada secularmente en la obediencia y el
servilismo. Contra él—y eso es lo más amargo de todo lo que revelan
libros como éste—nada han podido, como dije antes, todosnuestros
esfuerzos por hacer reinar en el mundo la democracia y la justicia.
Las leyes han proclamado los principios que á ese anhelo
corresponden; pero los hombres han continuado viviendo en la doble
miseria de su condición antigua, unos; de su mezquino y anticristiano
corazón, otros.
Es dolorosa esa comprobación según la cual, en tantos pueblos
de la tierra, el indio (ó quien equivalga al indio) no haganado casi
nada con la libertad y la vida política moderna de los hombres
superiores. Todavía, por el contrario, hay miles de éstos en cuya
mentalidad el valor de un prójimo de color y cráneo diferente al suyo,
es poco menos que nulo, en todo lo que no sea aprovecharlo como
elemento de ganancia; y para vergüenza de nuestros tiempos, es
problema hoy, que seriamente y con apariencias científicas...