sacrificios
pasar trabajo y coges por la tangente”, llegan a reprocharse hasta los amantes en los contextos
desnaturalizados por la meritocracia del padecimiento. De alguna manera, el sacrificio se ha abierto paso
en nuestras conciencias como una virtud. Y lo peor de todo: el sacrificio improductivo.No haber sufrido lo
suficiente es, cuando menos, un indicador de debilidad en el contexto de nuestra psicología social.
El Himno Nacional Cubano llama constantemente al sacrificio. La actriz Liliam Rentería, haciendo énfasis
en un texto de Salvador Lemis titulado Micaela: diva, mambisa y chancletera, dirigido hace unos días por
Raúl Durán, nos recuerda que la “muerte gloriosa” queprescribe el emblema solo puede conseguirse al
precio de un sufrimiento consumidor de cotidiana constancia.
El sacrificio nacional, según el himno cubano, no debe temerse. Pero no conduce a la redención a través
del placer o la satisfacción cotidiana; sino a la desgracia familiar e individual mediante otra entrega
mayor: un ofrecimiento del ser personal a la trascendencia supraindividual yasensitiva.
Uno de los artistas cubanos que más me ha enseñado acerca de las claves de la isla ha sido el escritor
Reinaldo Montero. Criollo intuitivo, infiere sin embargo muchas de sus esclarecedoras tesis de un
conocimiento cabal de la época isabelina. Saberes de islas se acumulan unos sobre otros y sedimentan
unas constantes verdaderamente sorprendentes. Y es que de la geografía se puedeviajar a la
geopolítica, y de ahí a la geopsicología.
“El pensamiento no necesita alas; el pensamiento lo que necesita es plomo”. Esta frase, que Montero
atribuye al pensador tardo-renacentista y promoderno Francis Bacon, es todo un compendio aforístico de
la orientación básica del pensamiento británico.
El naturalismo y experimentalismo inglés, fraguado ya desde las entrañas del medioevopor los
“occamistas”, se reflejó en política como un gusto privilegiado por las leyes efectivas y el estudio concreto
e individualizado de las cuestiones sociales.
Mientras los foros ibéricos o el “derecho lusitano” buscaban hombres con crédito para garantizar la
justicia (fuente histórica de lo que los suecos nos han devuelto en la contemporaneidad como “defensor
del pueblo”), losingleses se interesaban por “cosificar” lo justo enajenándolo en leyes.
Así, la sociedad podría pretender la justicia aún cuando los hombres que la administren fuesen
cuestionables; lo que es más creíble y acorde con el sentido común.
Como después dirá Hobbes, el hombre es malo por naturaleza y actúa como si fuera el lobo de los demás
hombres. Más seguras como garantes de lo justo son lasleyes y las instituciones que es capaz de crear
esa misma limitada criatura. “El hombre es feo, pero la humanidad es hermosa”, decía José Marti en un
sentido parecido; frase que gustaba repetir el erudito y genio natural cubano Jorge Luis Ravelo.
La escolástica (las alas) debía afincarse en el examen minucioso (plomo) de la naturaleza y la sociedad;
espíritu que seguirá posteriormente laprimera institución científica claramente moderna, la Royal Society,
que prescribía una defensa de la física ante la metafísica.
El eje del filosofar (incluso de la metafísica misma) ha de ser el sentido común; y ese sentido está más en
las ferias comerciales asentadas en las riveras del Támesis, que en las celdas cerradas de los
discutidores sutiles o en las cátedras altivas de losfuncionarios del espíritu. El modelo de esa modernidad
institucional ya lo había anunciado Francis Bacon en su Nueva Atlántida, al concebir La Casa de
Salomón como una forma de poner la inteligencia a merced del servicio público.
La filosofía inglesa ofrece un mensaje crucial: aún cuando falle el hombre, nos queda el individuo. Y
cuando el individuo mismo se antoje como una fuente de maldad,...
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