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Pero cada día en ese barco de malhablados marineros hacía que le supiera más a mentira.
Salió a cubierta para sacudirse el agarrotamiento de los miembros. Afuera, el cieloestaba ornado con brochazos rojos, violetas y azules por el oeste. No pudo evitar que sus pensamientos volaran hacia las multicolores acuarelas de su madre, las que abarrotaban las paredes de todos lospasillos de la casa blanca de Valdivina.
— El viento nos rehúye. Tal vez los dioses no quieren que lleguemos a nuestro destino. ¿Para qué dijiste que estabas viajando a Valdivina? — No había oídollegar al capitán de la Joya de Amalia.
— No lo dije.
—Supongo que tampoco es de mi incumbencia, siempre que sigas cumpliendo con tu encargo. Esos garabatos ininteligibles se venderán mejor si la gentenormal puede entenderlos.
Tenía suerte de que el capitán tuviera buen ojo para los negocios, de otro modo, Sartha seguiría varado en tierra, a cientos de millas de Antory y de cualquier esperanza dedescifrar el mapa, ese mapa que era el resultado de años de esfuerzos mal encaminados y un gasto de dinero tal, que había acabado en la ruptura definitiva de relaciones con sus padres. De todo esohacía ya 7 años. Ahora, volvía a su hogar (si es que aún podía llamarlo así), 7 años más viejo, una fortuna más pobre e inmensamente más sabio y ávido de descubrimientos.
Al quinceavo día, de un...
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