Shizaya

Ese día había llovido mucho. Como un espejo hecho mil pedazos habían charcos aquí y allá por todas las calles. El cielo estaba gris y hacia un frio espantoso. Caminaba con dirección a miapartamento, un par de conductores desdichados me habían empapado de pies a cabeza y el pelo lo tenía pegado en la frente. Se me ocurrió que el paraguas ya no me serviría de nada y lo guarde en mi bolsillo.Cuando por fin divise la cuadra de mi edificio la lluvia se hizo aún más fuerte. El viento embravecido azoto mi rostro con furia mientras se colaba por entre mi ropa, afilado como cuchillas de hielo.En ese punto empecé a sentir mucho más frío y trate de refugiarme. Nada. No había ningún lugar al que ir. Las lonas habían sido rasgadas y los pequeños techos de concreto no eran en lo absoluto unabuena elección. Empecé a correr hacia mi apartamento. Era, sin lugar a dudas, la mejor opción. Casi podía sentir la velocidad irreal de mis zancadas. Latidos acelerados. Desesperación. Miedo. Sí, miedo.Por primera vez no estaba disfrutando de un día lluvioso. Aquella tormenta era una premonición, algo inexplicable estaba pasándome. Sentí un fuerte dolor en el tobillo antes de caer de bruces sobre laacera. Había metido el pie en ese maldito hueco. Tanto tiempo pasando por el mismo lugar a diario y lo olvide. La lluvia seguía cayendo recia sobre mí. Intente mirar al cielo. Ni siquiera pude abrirlos ojos. Dolor. Frio.
Me fui arrastrando hacia la pared. Apoyándome en ella quise ponerme en pie. Una punzada de dolor atravesó todo mi cuerpo desde el pie lastimado y caí sobre la acera de nuevo.Solté un ligero gemido y sentí como el rubor de la vergüenza coloreaba mi rostro. ¿Qué demonios hacia gimoteando por algo como eso? Patético, pensé. Un suspiro. Medio minuto. Y… ¡Sorpresa! Sobre míno llovía, pero más allá del lugar donde estaba la lluvia seguía, aunque no tan fuerte. Mire con atención a mí alrededor. A mi izquierda divise un par de piernas. Levante el rostro y ahí estaba él...