texto decameron
No valían contra ella previsión ni providencia alguna, como el que limpiasen la ciudad operarios nombrados al efecto o prohibir que los enfermosentrasen en la población, o dar muchos consejos para preservar la salud, o hacer no una sino varias veces al día humildes rogativas a Dios en procesiones [...]
Al comenzar la primavera del añomencionado, comenzaron a manifestarse los dolorosos efectos de la pestilencia. Pero no obraba como en Oriente, donde el verter sangre por la nariz era signo seguro de muerte, sino que aquí, al empezar laenfermedad, les nacían a las mujeres y a los varones en las ingles y en los sobacos unas hinchazones que algunas veces alcanzaban el tamaño de una manzana o de un huevo [...] Así, no sólo eran pocos los quecuraban, sino que casi todos los afectados, al tercer día de la aparición de los citados signos, o bien un poco después, morían [...]
De tanta virulencia y fuerza fue la índole de aquella peste, enel pegarse de una a otra persona, que no sólo se la contagiaban de un hombre a otro y de una mujer a otra, sino que toda cosa de una persona que de tal enfermedad hubiese muerto, al ser tocada por unanimal o bestia, cualquiera que fuese, ésta en breve tiempo moría [...] Y para preservarse de este peligro recurrían a muchos y diversos remedios; algunos sostenían que mostrándose moderados en el...
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