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Nuestra infalible educación, el bien más preciado de una sociedad, la única herencia más veraz y legítima existente. Nuestro tiempo es paradójico y apasionante y de él podemos decir loque óscar Wilde le decía a ciertos doctores: “lo saben todo, pero es lo único que saben “somos un mar de conocimiento pero sufrimos del mal de una memoria estancada, un retrato repetitivoy automático. Donde están los valores tradicionales que surgían de la experiencia y se hallaban en la historia?, donde se perdió ese sentido natural innato del ser humano? .En esta épocafrívola e ignorante se redujeron las palabras y se esfumaron los detalles, el espectáculo ahora es el eje central de información, esa información banal y fútil, que empobrece los quimerasque idealiza el ser.
¿Como escapar de una educación que se limita a valorarnos estadísticamente, y a reducir el conocimiento a vanas cifras y estándares? Nuestra dinámica educativadejo der informativa y decayó a tal manera de ser novelera y versátil, lo novedoso es lo importante es lo impactante, la historia perdió su sentido, tal vez nunca había sido tan volublenuestra información. Estamos opacados por ese aire de espectáculo comercial e irracional que nos encadena en la ignorancia. Le debemos esto a estos sistemas ineficientes y regresivos quereducen al individuo a simples técnicos u operarios, porque lo importante es continuar con los parámetros rentables, alimentando la decadencia pedagógica. El saber no se basa necesariamente enuna institución, se basa en nuestra cultura y memoria que se denota en esos valores tradicionales que llevamos y construimos como sociedad. El conocimiento no es algo que se toma yrecibe como un método cuantitativo, el conocimiento es un sentido de creación, no debe consistir tanto en llenarnos en certezas si no en orientar y alimentar nuestras búsquedas.