Tribilin
No en vano, Península ha vuelto a publicar recientemente dos títulos ya clásicos como son Vida urbana eIdentidad personal (1970) y El declive del hombre público (1974). Por otra parte, el que el joven Sennett, tras ver frustada su carrera como violonchelista, se interesara por la historia,fructificaría en una de sus más ambiciosas obras de los años 90, Carne y piedra (Alianza, 1997), donde influido por un truncado proyecto de colaboración con Foucault, el autor investiga cómo las concepciones delespacio urbano desde la Atenas clásica hasta el Nueva York multicultural se entreveran con la experiencia corporal de los individuos.
El actual ensayo sobre el respeto entronca con todas estasmaterias, pero más directamente con su anterior estudio, como demuestran sus últimas palabras: “He aprendido del pasado duro y radical de mi familia [...] sé que un régimen que no proporciona a los sereshumanos ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad” (pág. 155).
En efecto, para disgusto de quienes conciben la sociología como tecnologíaneutral esta “indagación” sobre el desmantelamiento del Estado del bienestar “no aborda con mente absolutamente desprejuiciada” (pág. 74) tendencias sociales que estigmatizan la fragilidad humana comomotivo de vergöenza, en vez de fomentar el respeto mutuo. Desde sus orígenes decimonónicos, la sociología ha pretendido institucionalizarse como “ciencia” académica, compitiendo con la literatura y lasciencias naturales (Wolf Lepenies, Las tres culturas), en su propósito de explicar y controlar el tránsito a la sociedad industrial. Sin embargo, no pocas veces su pretendida objetividad ha ocultado...
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