Un domingo cualquiera

¿Un domingo cualquiera?

Por Enric Roca Bueno
Barcelona

No era un domingo cualquiera; no, no lo era. Quería gritar. Sentía esa necesidad salvaje de liberar sus sentimientos abruptamente.

No; no era un domingo cualquiera. Ni estaba en la librería Altair soñando con un exótico viaje. Era un domingo soleado, aunque en las paredes de su corazón podía oírse el tozudo repiqueteo de las finas gotasde lluvia. De una lluvia fina y constante... Del llanto de su alma, desesperada, desgarrada.

Un año empezaba. Como siempre. Justo después de otro que terminaba. Pero, a pesar de sus inmejorables propósitos, de su tenaz resistencia al desaliento, de su derroche constante de optimismo, se había visto superado por los acontecimientos de su vida.

Sí, él, pura fe en la vida, defensor a ultranza deque los milagros se producen cada día, y que cada día es, en sí mismo, un milagro, estaba a punto de arrojar la toalla.

Muchos años llenos de duros obstáculos. Los tres últimos, especialmente. Todo ese tiempo repitiéndose diariamente, “no te rindas”. Convenciéndose de que al final de ese largo periodo de oscuridad y sufrimiento, llegaría la recompensa. Seguro de que, en algún momento, ese amoresquivo volvería a sonreirle y a compartir con él momentos inolvidables. Y esta vez sería para siempre... Bueno, ya se sabe: hasta el final.

Pero ese siete de enero del nuevo año cristiano se sentía roto. Hundido y sin fuerza para continuar caminando por la senda de la vida. Una vida en la que añoraba profundamente aquello de lo que había carecido durante los últimos tres largos años: el amorcorrespondido de una mujer. De esa mujer que había llenado su imaginación y sus esperanzas durante tantas horas de soledad. De ese amor sin más condiciones ni más restricciones que el “tú para mi, yo para ti”. Limpio de engaños y suspicacias. Libre de temores y dudas.

Lo había buscado apasionadamente. Había sido constante. Se había mostrado comprensivo y tolerante en cada oportunidad. Se habíaentregado en cuerpo y alma. Pero cada oportunidad había sido un fracaso. Y con cada fracaso, su corazón sangraba lágrimas de hiel. Las heridas se hacían más profundas, y su esperanza, a la par que su ilusión, tocaban retirada.

Ese siete de enero, su fe se había apagado.

Amaba sin ser correspondido. Y le habían amado sin él corresponder. Con lo fácil que sería que en el tren del amor se pudiera hacer lacorrespondencia adecuada para que los corazones nobles, apasionados, sinceros, no descarrilasen nunca en esos cambios de vía que son las relaciones sentimentales.

A estas alturas ya no le quedaban fuerzas para seguir remando contracorriente en el río de la vida. Sentía llegado el momento de dejarse llevar por el Sino de los acontecimientos. Como en una tragedia griega, todo parecía estar servidopara el final. Sólo un último impulso, un suave empujón, y todo habría terminado.

Fin. Una palabra que resume una existencia. El epitafio más cierto. Y también el más corto.

Todo acaba. Más pronto o más tarde. Prisioneros del reloj del Tiempo, no podemos huir de nuestro destino, inexorable él. Nacemos sin saber para qué, y morimos sin saber por qué. Así que, para no saber, para sufrir, tal vezmejor acabar cuanto antes. Mejor morir. Es el único método en el que el olvido es infalible. Ya no importa por qué no la viste aquella tarde. Ni por qué no correspondió a tus sentimientos, por qué prefirió a otro antes que a ti. Ya no cabe más desaliento ni falsas esperanzas.

Así pintaba para Eric ese siete de enero, cuando sonó el teléfono.

Allo, Eric?
¿Si...?
C’es toi, Eric?
Sí. Soy yo, Eric.Y tú, ¿quién eres?
Sarah, ¿te acuerdas de mí?
¿Sarah? – dudó unos instantes - ¡Sarah! ¡Sí, claro...! Pero hace tanto tiempo...
Es verdad. Lo sé. Lo siento. – Se produjo un tenso silencio. Un millón de recuerdos invadieron su mente en esos segundos eternos.
Espero no interrumpirte, o aun peor, molestarte... – Continuó Sarah.

Eric pareció titubear.

No. No me molestas. Pero, dime, ¿a qué se...