urpe

Montauk, tal vez algún día.

Su aliento empañaba el vidrio, trazando figuras que reflejaban sus sueños.
Llevaba una gabardina marrón, y el sombrero ocultaba su cabellera desordenada. Y la pipa, siempre la pipa, su fiel compañera que lo acompañaba desde la trágica muerte de su esposa.
De repente, un lápiz labial, chocó contra su maletín que era tan pesado como su vida hasta ese momento.Alzó su mirada y vislumbró a una mujer esbelta, rastreando el piso.
Disculpe, considero que esto le pertenece – Dijo, levantando el labial y cruzándose con la mirada color avellana de aquella muchacha.
Podía apreciarse cierta tensión en todo el autobús. A su alrededor, el tránsito estaba espeso, la carretera húmeda, era temprano en la mañana y las máquinas de la construcción se oían a unlado de la ruta.
En el interior, un bebé lloraba y la gente se notaba inquieta. Los teléfonos sonaban más de lo normal, y él no podía evitar observar el comportamiento deshabitual del chofer.
- Sí, gracias - decía ella mientras sonreía amablemente, hipnotizada por esos ojos verdes.
En ese momento, el vehículo comenzó a zigzaguear, las cubiertas se deslizaban sin control alguno, el chofer ledaba muchas vueltas al volante hasta volcar.


Sebastian Casteriano era una persona inquieta, introvertida, frívola y calculadora. Con una mirada profunda, y algo inquietante. Sus ojos eran verde esmeralda, era alto, robusto, su pelo era castaño claro y tenía una linda sonrisa.
Vivía en Montauk, en las afueras de Suffolck, Nueva York. En un apartamento pequeño cerca de la bahía, en el cuálhabía vivido los últimos tres años. Luego de la muerte de su esposa consideró mudarse allí para volver a encontrarse.
Cruzó miradas con ella en un bar, en Montauk. Le pareció atractiva, pero prefirió contenerse… Sin embargo, tropezaron y comenzaron a hablar. Una casualidad marcada por el destino, quizás.
Descubrió en ella todo lo que había estado buscando y más, todo lo que no sabía que lefaltaba. Era la persona más cálida que hubiese conocido, y lograba contagiarle esa alegría infantil que poseía. Se volvieron una pareja muy unida.
Tuvieron una gran boda en poco tiempo, en la que él se mostraba cariñoso, positivo. Era ella, le daban ganas de vivir siempre que se quedara a su lado. Sus días juntos fueron maravillosos. Se complementaban muy bien, incluso en los peores días, inclusodespués de las peleas, ella podía hacer que una sonrisa apareciera en su rostro. Sólo ella.
Hasta que un día al regresar del trabajo, su vida se desmoronó por completo. La encontró muerta, en el cuarto de baño. Quiso mantenerse fuerte, se prometió que no caería, pero la depresión lo alcanzó de cualquier manera.
Él sentía que las horas no pasaban, que lentamente algo de él moría. Recordaba cadamomento que había pasado con ella, cada caricia, cada suspiro. Jamás pudo entender realmente qué le había pasado a su querida Mónica.
La única manera que encontró de escapar, fue alejar sus sentimientos. Crear una fuerte capa protectora que lo aislara del dolor y sufrimiento, y así, Sebastian continuó con su vida, de una manera diferente. Lo único que lo vinculaba a ella y a su antigua vida erala pipa que ella le había regalado por su cumpleaños.
Cada día que pasaba se volvía más calculador, ya no salía de su casa, comía restos de comida. Seguía con la rutina diaria, se levantaba, iba a trabajar y volvía a su casa. Se volvió un hombre aburrido a los ojos de la sociedad, un hombre que se dejaba llevar por la vida, sin vivirla realmente.
Abrió los ojos, ya no sabía cuánto tiempo habíaestado inconsciente. Sólo encontraba paredes blancas a su alrededor. Al girar la cabeza, en la cama de al lado, se encontraba lo que más quería ver
-Oye, ¿estás bien?- preguntó, más que interesado en la respuesta.
No obtuvo una. Insistió tantas veces hasta darse por vencido.
-Estoy bien.- Contestó una voz femenina, al otro lado de la habitación.
Sobresaltado, y aliviado comenzó a reír....