A Mi Abuelo Lo Ve Amos Tanto Que Ni Nos Dabamos Cuenta De Que Exist A

Páginas: 9 (2246 palabras) Publicado: 27 de marzo de 2015
EL YAYO
Argamasonerillo



a mi abuelo





A mi abuelo lo veíamos tanto que ni nos dabamos cuenta de que existía. Como la tele, siempre encendida y que nadie miraba en casa salvo para saber el tiempo que haría mañana y ni siquiera, porque como decía mi padre, siempre se equivocan los de la lluvia. Bueno, en realidad no era mi abuelo. Era el padre de mi abuela. Todos le llamabamos yayo porquese había ido a trabajar a Barcelona hacía muchos años cuando cerraron las minas de aquí. Mi madre no paraba de quejarse:
- ¡Ay!, yayo, decía, cómprate el tabaco tú, que bastante me cuesta a mí pagarme el vicio.
Una vez lo sorprendí rebuscando entre las cosas que llevaba mamá en su bolso. Mi madre siempre se enfadaba y le decía que un hombre nunca tiene que abrir el bolso de una mujer.
- Geli, lecontestaba el yayo, total si es sólo un pitillo.
Y ponía la misma cara que Chispi, nuestra gata blanca que tenía los ojos de colores diferentes, cuando robaba algo de la cocina que mi madre acababa de preparar. A mí me daba lástima pero no sabía por qué. Pero él me cogía en brazos y me decía :
- No es nada, Peque, cosas de mayores. Ya comprenderás cuando seas así de alto, y ponía la mano aaltura de la mesa de la cocina.
- ¡Pero yayo, si ya soy más alto que eso !
Entonces se reía y me despeinaba la cabeza ; para darme más trabajo luego, refunfuñaba mi madre. Yo le miraba de soslayo y le veía cara rara. Mi madre me había dicho un día que el yayo había sido un héroe cuando era joven. Yo me lo figuraba como en las películas de la Guerra de las Galaxias, aunque me costaba verlo así porquesiempre iba en pijama, con la chaqueta diferente del pantalón y sin afeitar y olía mal. Además no se parecía en nada a Harrisson Ford y eso que ya estaba viejo Harrisson Ford. Lo veía en las revistas que tenía mi madre en la salita de espera de su peluquería en Níjar. A mí me contaba historias de su juventud, quizá porque era el menor de todos en la familia, quizá también porque era el único queparecía escucharlo con un poco de atención de verdad.
- Peque, yo he visto a muchos muertos que seguían corriendo con el fusil todavía empuñado. Y disparando.
- ¿Como en El Ejército de los zombis? le decía yo.
- Zombis, sí, eso es lo que éramos nosotros, unos zombis.
Y se tragaba el humo del cigarrillo que seguro le llegaba hasta los tobillos.
- Yayo, pare ya usted con sus cuentos de toda la vidaque va a asustar al niño.
Mi abuela, que era su hija, le trataba de usted y eso me impresionaba mucho.
- Es que antes había más respeto, decía.
El yayo se conocía todos los senderos, todos los vericuetos, todos los caminos del monte y me hablaba de los pájaros que anidan en la mata del esparto, de los que sólo cantan en la primavera y enmudecen el resto del año, de los que se alimentan únicamentecon flores y de los que comen mosquitos, de las culebras que vienen de noche a mamar las cabras y las ovejas y se les ponen las ubres negras, del cortijo de los Amoces desde donde podían verse las costas de África y la iglesia de La Almadraba de Monteleva, en el Cabo de Gata, de la diferencia que existe entre el arrayán y el mirto, de cómo reconocer a las aves por el sonido e imitabamaravillosamente el silbido corto de los gorriones y el gorjeo plañidero de las golondrinas.
- Un día te llevaré por el camino de los molinos hasta la mina de Huebro. Ya verás qué rincón precioso. Hay una piedra que se parece a una calavera. Además, me dijo bajando la voz para que nadie lo oyera, hay un tesoro enterrado.
A mí se me encendía la imaginación. ¡Un tesoro! Seguro que era de esos que escondieron losmoros en la época de la reina Isabel de Castilla, esa reina tan guapa y tan rubia. Varios ancianos del pueblo contaban que se habían descubierto unas orzas llenas de cequíes de oro, o espadas y hasta armaduras de caballeros, y puñales granadinos. Incluso contaron algunos que un vecino de San Isidro había encontrado en el volcán de la Granatilla una esmeralda tan grande que la vendió y paró de...
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