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sucesivos estadios de conocimiento susceptibles de ser perfilados y ampliados (Mendoza, 1995). Los lectores tienden a explorar el conocimiento a través de una
activa búsqueda de información. Cabe destacar que el acto de la lectura envuelve una cierta intencionalidad de aprendizaje, precisándose por tanto los objetivos de
conocimiento que se desean alcanzar. Normalmente, tendemos a acogernos a la
lectura informativa de carácter superficial pero también podemos adentramos aún más en el descubrimiento del sentido, la lectura de profundización, que exige un
mayor análisis. A veces simplemente solemos leer por placer, lo que nos permite emocionarnos o evadirnos – lectura de evasión‐.
Ha de interpretarse necesariamente la lectura como un instrumento de
aprendizaje que permite al lector el acceso y descubrimiento del conocimiento, desarrollándose así su autonomía de aprendizaje. Tal como advierte Solé (1997), la
lectura debe considerarse como un instrumento de aprendizaje autónomo puesto
que aprendemos cuando leemos, y además, frecuentemente, leemos para aprender. Evidentemente, su función instrumental promueve significativamente el desarrollo
del aprendizaje, tal como advierte Colomer (1997) quien considera que una función clave de la lectura consiste en potenciar el conocimiento.
Durante el proceso lector se aprecia la construcción de sucesivas
interpretaciones, desarrollándose la activación e integración de saberes (Mendoza, López y Martos, 1996) y propiciándose, por consiguiente, un diálogo o interacción
entre el texto y el lector. La disponibilidad de este repertorio de conocimientos nos
ofrece múltiples posibilidades de actuación comunicativa, aunque nos supone
también un considerable esfuerzo de adaptación, comprensión e interpretación.
Mediante la ...
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