Caminando_y_Haciendo

Páginas: 62 (15306 palabras) Publicado: 17 de febrero de 2016
Capítulo 10
Caminando y haciendo o acerca de prácticas decoloniales
Xochitl Leyva Solano
Fuente: Leyva Solano, Xochitl. 2010. “Caminando y haciendo o acerca de prácticas decoloniales”, en Axel Köhler et.
al. Sjalel kibeltik. Sts’isjel ja kechtiki’. Tejiendo nuestras raíces. RACCACH, Cesmeca-Unicach, CIESAS, PUMCUNAM, IWGIA, Orê y Xenix Filmdistribution, México, D.F., pp. 351-359.

¿De dóndevengo?
Desde muy pequeña aprendí que en nuestras sociedades, el color de la piel es un asunto
de primer orden y sirve como clasificador de las personas. Eso nadie me lo enseñó sino
que en el D.F., lo experimenté en carne propia en la escuela en la que cursé el kinder y
parte de la primaria. Fue ahí donde varios de mis compañeros me llamaron por primera
vez “negra” y en el mejor de los casos, “negritacucurumbé”. Recuerdo que a mis escasos
cinco años no comprendía del todo por qué el café cobrizo, que es el tono de mi piel, era
sinónimo de negro. Tuvieron que pasar casi treinta años, tuvo que darse, por ejemplo, un
levantamiento armado encabezado por los indígenas mayas neozapatistas de Chiapas,
para que ese café cobrizo fuera poéticamente descrito y aceptado socialmente como “el
color de latierra”.
Tuvimos que transitar del indigenismo asimilacionista posrevolucionario al
multiculturalismo neoliberal para que, instalada en este último, una mujer inglesa en la
ciudad de Londres, me preguntara en un tono totalmente amable y cordial: “Are you a
Mexican Aborigine?”, o sea, “¿Eres tú una aborigen mexicana?”. Con estas palabras, esa
mujer desconocida hacía una valoración positiva no sólo demi color de piel sino de lo
que ella suponía era mi origen racial y étnico. Curiosamente mi reacción inmediata fue
tratar de explicarle que yo era “mestiza” a la vez que agregaba que en México decirle a
una persona “aborigen” o “indígena” era de cierta manera despectivo y que lo que ella
quería adular con sus palabras, podía convertirse en los hechos en una forma de
discriminación. La mujer memiró, se encogió de hombros y se dio la vuelta sin
responder nada a lo que traté de explicarle.
Yo me quedé pensando, ¿por qué me había autodefinido como mestiza si mientras viví en
México nunca lo había hecho? El asunto me parecía doblemente grave dado que ya para
entonces había escrito sobre la ideología del mestizaje impulsada por el Estado nación
mexicano, misma que nos había hecho creer que elfuturo del país estaba en “la raza
cósmica” (en “el mestizo”) surgida de la mezcla del indígena y del español. Cerré para
mis adentros el episodio argumentando que el lapsus discursivo que me permití al
autodefinirme como mestiza, era una muestra clara de la fuerza de la ideología dominante
que lo penetra todo, a todos y a todas.
Una década antes de ese incidente londinense, el asunto de miidentidad y origen ya había
sido motivo de mi propia reflexión en las clases de antropología. Fue entonces cuando
después de hurgar en mi propia familia, escribí un ensayo donde mostraba que era hija de

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migrantes oaxaqueños a la ciudad de México, en específico, de migrantes originarios de
la mixteca baja que llegaron a la capital del país a mediados de 1940 en busca de una
mejor vida.
Mis padres,como muchos otros jóvenes de su generación, se conocieron en uno de los
varios clubs de oaxaqueños que funcionaban en el D.F. Mi madre, después de casada,
mantuvo por un buen tiempo vínculos con su familia de origen; así pues, nosotros, sus
hijos, íbamos con mis primos a Huajuapan de León en la camioneta del tío Raúl y la tía
Beba para asistir a quinceaños, bodas o entierros de parientes que muchasveces nunca
conocimos en vida. Todavía hoy recuerdo la vieja casa de la tía Rosario con su fila de
cuartos alrededor del patio central, la gran bugambilia en medio y los grillos y sapos
cantando a coro en aquellas noches llenas de estrellas en las que jugábamos al aire libre
con las hijas de la prima Evaluz. Para finales de 1960 Evaluz ya se había ido a trabajar a
los “yunaites”, es decir, a...
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