Cuentos
Javi es un niño que tiene un perro que se llama El Manchas. En la parte de la historia que vamos a leer hoy, el niño y el perro están separados.
Javi se siente como si se hubiera quedado manco, cojo, sin su sombra. Así era como se sentía sin su perro El Manchas. Era cierto que el nuevo país era bueno y más saber dosidiomas, pero estar sin El Manchas, era como estar sin su alma.
Porsu parte, El Manchas tenía como dueño a alguien que pretendía ser su amigo yquien se veía buena persona; aún así, El Manchas, que estaba en un buen lugar, al menoscon un espacio más grande que el que tenía con Javi, extrañaba de la misma forma a suantiguo dueño.Y como Javi no resistió más tiempo la ausencia de su amigo El Manchas, decidióromper el cochino [su alcancía] para poder ir en busca deél. Sabía que su madre sepreocuparía al no encontrarlo en casa, pero el regaño valía la pena. Javi sacó las monedas y venciendo sus miedos de salir solo, tomó el autobús y despuésde tanto buscar y sudar por los nervios de andar solo en la ciudad, encontró la dirección.Al tocar la puerta le abrió una señora que al verle el aspecto tan cansado, le invitó unalimonada, pero del perro no decía nada.Después de una gran insistencia por parte de Javi,la señora le dijo que, en efecto, su hijo había tenido al perro, pero que lo había vendido.Mientras tanto El Manchas, después de haber bebido un poco de agua para aguantar elviaje, decidió escapar de su actual dueño, por bueno que fuera. El Manchas no hallaba una salida; no, al menos, la que lo obligaba a pasar por unos perros igual o más furiosos queél.Corrió y corrió y saltó la cerca, pero al hacerlo, su pata se lastimó. La ciudad parecía muygrande. Javi fue a buscar al nuevo dueño. El señor lo vio y reconoció por quién venía pero,desgraciadamente, El Manchas, ya no estaba. Tanto viaje para nada.El teléfono sonó. Al principio la tristeza no permitió a Javi poner atención a la llamada,pero pronto entendió que quien llamaba era su mamá. Muerto demiedo y tristezacomenzó a llorar y escuchó lo que su madre le dijo:
–
¡Hijo! El susto que me has dado. No debiste marcharte así, sin avisarme. Pero mira,te voy a poner a alguien en el teléfono, alguien que ha hecho un largo viaje y que está locopor verte.A través del teléfono, Javi oye un raro jadeo y después un ladrido, un ladrido largo,impaciente, conocido.
¿De quién era ese ladrido?Marinés Medero,
El Manchas
. México, SEP-Sámara, 1986.
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T
ERCER GRADO
1.
El caminante de los pies gigantes
Había una vez un señor muy alto, que tenía los pies tan grandes,que con un solo paso avanzaba como si hubiera dado tres.El señor estaba orgulloso de sus pies, porque gracias a ellos podíahacer lo que más le gustaba: viajar.Así, recorría con gusto los caminos. Suúnica propiedad era una bolsa donde guardaba unrecuerdo de cada lugar que visitaba.Un día se encontró a un pastor; luego de platicar un rato, éste le presumió:
–
Fíjate que allá en mi tierra, viven unos peces que vuelan; y tú ¿de dónde eres?El señor se quedó callado. No recordaba de dónde era, por eso respondió:
–
No sé. Hace tanto tiempo que viajo, que ya lo olvidé.
–
Si quieres te llevocon alguien que te puede ayudar
–
dijo el pastor.Entonces fueron a ver a un gran sabio que vivía en una cueva.Allí, el sabio dijo:
–
Busca unas piedras que tienen huellas de pies como los tuyos; aunque escuches ruidosextraños, no temas, allá conocerás tu origen.A partir de ese día, el señor caminó más rápido aún, pues deseaba encontrar las piedras.Fue al mar, a los cerros y al bosque, perolas piedras no aparecían.Así lo hizo, pero su viaje era cada vez más largo. Ya le dolían los pies y miraba sin interéslo que había a su alrededor.Una tarde oscureció temprano y el señor no pudo continuar su viaje. De pronto, oyó unasvoces en el viento. Asustado, puso una mano sobre su oído y se durmió.En su sueño, vio dos gigantes parecidos a él, aunque más altos y con pies enormes.
–
Ha...
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