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Ahora es lo serio. Tengo que simular. ¿Qué hacer? Me he creado una molesta situación. Pero logro dormir mis nervios y permanezco durante media hora comentando lasequía o cualquier tontería con el vale. Hasta que por fin llega el momento más oportuno para partir. Entonces me pongo de pies, me llevo una mano al bolsillo y exclamo:
—¡Ah! —y lo digo con airede tonto —. Vale Julio, olvidé la cartera... ¡Qué cosa!
—No se apure. No se apure —corta mi noble amigo—. Me lo paga luego. Eso no vale nada.
Y el buen hombre sonríe, sonríe.
—¡Diablos! ¿Porqué sonreirá así? ¿Sabrá el...?
No es del todo imposible. Las cosas se comentan mucho en un pueblo. No puedo soportar esta idea y me marcho cuanto antes, verdaderamente avergonzado.
* *
Lanoche se me ha echado encima sin ninguna ceremonia. Hay en las calles una profusión de vehículos, gentes y polvo, que me hace daño. Creo que en el único sitio donde se puede estar más cómodo es en elparque principal del pueblo y camino hacia allá.
Las aceras desunidas, están salpicadas de vecinos que en chanclos y en mangas de camisa, leen los periódicas o comentan los chismes del día,despreocupadamente, a la criolla usanza, mientras toman el fresco. Los muchachos juegan a la luz de las bombillas del alumbrado público.
A poco, la arboleda del parque se destaca a mi vista. Entre las ramasjuguetean los rayos de la luz eléctrica. En los paseos se ven señoritas vestidas lo más elegantemente que les ha sido posible, luciendo sus encantos a los hombres del pueblo. En algún banco, unaparejita integrada por los indefectibles “él” y “ella”, se enamoran como pichones. El, casi abrazándola, le murmura cosas al oído. Ella, le oye como en un éxtasis y de rato en rato despierta riendohistéricamente.
En otro banco, un grupo de contratistas, colonos y otros individuos que viven del central, hablan de política internacional o criolla, de toneladas de caña, precios del azúcar, del poder...
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