Hecho a Mano
GABRIEL ZAID
En la gran depresión que empezó en 1929 y dejó a millones sin empleo, Bertrand
Russell tuvo la audacia de elogiar la vida ociosa (“In Praise of idleness”, Harper’sMagazine, octubre de 1932). Se opuso a la “ética del trabajo” porque la plenitud
humana requiere ociosidad. El milagro creador de la antigua Grecia fue posible
gracias al tiempo libre de los que teníanesclavos. Pero los nuevos esclavos (los
inventos que aumentan la productividad) se usan para producir más, no para
trabajar menos. Propuso convertir el problema del desempleo en la oportunidad
decultivarse y hacer cosas creadoras. Basta con repartir el trabajo y el tiempo
libre entre todos, reduciendo la jornada laboral. Una frase del ensayo se volvió
famosa: Hay 2 clases de trabajo:modificar algo en la faz de la Tierra o decirle a
otro que lo haga.
Russell recupera la tradición de la vida contemplativa como superior a la activa.
En el Génesis y en mucho relatos antiguos se habla deuna Edad de Oro: un
paraíso donde no hacía falta trabajar. Don Quijote la evoca en el discurso a los
cabreros (segunda parte, 11): “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos (cuando) a
nadie le eranecesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que
alzar la mano y alcanzarle”. Lo recuerda el dicho: “Qué tan malo no será el
trabajo que Dios lo puso de castigo”.
Sin embargo,la tradición cristiana asumió el trabajo como valioso. Cristo era
carpintero. San Pablo se declaró orgullosos de vivir del trabajo de sus manos; y
regañó a los cristianos que dejaban de trabajar enespera del pronto fin del mundo
(y vuelta al paraíso): “El que no trabaje, que no coma” (2 Tes. 3). En los
monasterios benedictinos, se impuso la consigna: “Ora y labora”. Los verdaderos
monjes“viven del trabajo de sus propias manos” (Regla de San Benito, 38).
La exaltación de las manos alcanzó un apogeo cuando los artistas (hasta entonces
considerados poca cosa frente a los intelectuales)...
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