INTELIGENCIA
Inteligencia
La falacia hereditaria no es la simple afirmación de que el C.I. es hasta cierto punto “heredable”, [sino] la equiparación de “heredable” con“inevitable”.
Stephen Jay Gould os he estado engañando y, encima, he infringido mi propia norma.Como castigo, debería copiar cien veces: Los genes no existen para causar enfermedades
Aun cuando un gen cause una enfermedadal “estropearse”, la mayoría de ellos no se estropean” en ninguno de nosotros,simplemente presentan distintas cualidades características. El gen de los ojos azules noes una versión estropeada del gen de los ojos marrones, ni el gen del pelo rojo es una versión estropeada del gen del pelo castaño. Existen, según la jerga, diferentes alelos, versiones alternativas del mismo “párrafo”genético, todosigualmente adecuados, válidos y legítimos. Todos ellos son normales; no hay una única definición de normalidad. Ha llegado el momento de dejar de andarse por las ramas. Es hora de lanzarse de cabeza al brezo más enmarañado del terreno, la más escabrosa, rasposa, impenetrable e incómoda de todas las zarzas del bosque genético: la herencia de la inteligencia. El cromosoma 6 es el mejor lugar paraencontrar un matorral de este tipo. Fue hacia finales de 1997 cuando un científico valiente, o tal vez temerario, anunció por primera vez al mundo que había encontrado ungen “de la inteligencia” en el cromosoma 6. Valiente, desde luego, ya que por buenos que sean sus datos hay mucha gente ahí fuera que se niega aadmitir que tales cosas puedan existir y menos aún que sirvan para algo. El motivo de suescepticismo no es sólo que sospechen de todo aquél que roce siquiera el tema de la inteligencia hereditaria, también una dosis mayúscula de sentido común. Evidentemente, la sospecha alimentada por muchas décadas de investigaciones viciadas políticamente, sino Madre Naturaleza no ha confiado la determinación de nuestrasca pacidades intelectuales a la suerte ciega de un gen o unos genes; ella nosdio padres, aprendizaje, lenguaje, cultura y educación con los que programarnos. Sin embargo, esto es lo que Robert Plomin anunció que habían descubierto él y sus colaboradores. Todos los veranos se reúne en Iowa aun grupo de adolescentes especialmente dotados, seleccionados por toda América porque su capacidad para el trabajo escolar se acerca a la genialidad. Son chavales de doce a catorce años que se hanexaminado con cinco años de antelación y encabezan el1 por ciento de los mejores. Tienen un G.I. de casi ciento sesenta. Estimando que esos chicos debían de tener las mejores versiones de casi todos los genes que pudieran influir sobre la inteligencia, el equipo de Plomin tomó muestras de sangre de cada uno de ellos y empezó a probar suerte con pequeños fragmentos de ADN del cromosoma 6 —eligió elcromosoma 6 porque tenía una corazonada basada en un trabajo anterior— . Al poco tiempo encontró un fragmento en el brazo largo del cromosoma6 de las lumbreras cuya secuencia se diferenciaba a menudo de la de otras personas. Otras personas tenían una determinada secuencia en ese mismositio, pero los niños inteligentes tenían una ligeramente distinta: no siempre, pero lo bastante a menudo como parallamar la atención. La secuencia se encuentra en mitad del gen llamado IGF2R.
La historia del C.I. no es edificante. Pocos debates en la historia de la ciencia se han conducido con tanta estupidez como el de la inteligencia. Muchos de nosotros, entre los que me cuento, abordamos el tema con un sesgo de desconfianza. Yo no sé cuál es mi C.I. Hice una prueba en el colegio, pero nunca me dijeron elresultado. Debido a que no caí en la cuenta de que era una prueba contra reloj, no lo terminé todo y es de suponer que mi puntuación fue baja. Pero entonces no darse cuenta de quela prueba es contra reloj no indica de por sí una especial brillantez. La experiencia hizo que perdiera el respeto al intento tan zafio de medir la inteligencia de las personas con un simple número. El...
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