Jesuitas
Pierre Mesnard.
Se ha escrito mucho acerca de la pedagogía de los jesuitas. Desgraciadamente, la mayor parte de los estudios consagrados a esta cuestión se escribieron en el fragor de las discusiones ideológicas o políticas que no permitieron ni un mínimo de objetividad a los censores ni a los apologistas. En los dos lados de la barricada se tuvo,además, la tendencia a simplificar extraordinariamente este asunto: la regla de la obediencia pasiva que impresiona tanto a la imaginación, indujo a representarse las instituciones pedagógicas de los jesuitas (así como el conjunto de las normas de la compañía) como un bloque compacto y homogéneo que salio en su estado definitivo de las poderosas manos del fundador. La realidad es muy distinta. Sila pedagogía de los jesuitas responde a un ideal, cosa que trataremos de definir, ese ideal fue concebido por unas inteligencias extraordinariamente realistas y de acuerdo con las necesidades de una época determinada. Como todo valor positivo supo definir indudablemente un tipo capaz de adaptarse, con los retoques necesarios, fuera del campo de aplicación en que fue erigida su estructura, y seriapor cierto interesante estudiar como la pedagogía de los jesuitas, establecida por el hombre honrado de la época barroca, se esforzó en adaptarse, tras su regreso en 1832, a la era de la civilización y de las democracias nacionalistas. Pero ese es un proceso todavía en curso y acerca del cual el historiador no ha adquirido aun el derecho de opinar de un modo concluyente.
Otra cosa acontece en loque atañe al periodo continuo que va desde mediados del siglo XVI a la mitad del XVIII, o, para precisar mas todavía, desde 1548, fecha de la inauguración del colegio de Mesina, a 1762, fecha de la expulsión de Francia y de la clausura de colegio de Clermont. Tenemos ahí un periodo de dos siglos en el curso del cual la acción pedagógica de los jesuitas se desarrolla sin ninguna solución decontinuidad. Todo juicio objetivo acerca de sus instituciones deberá tener en cuenta como se insertaron en las tradiciones escolares del siglo XVI y han constituido y difundido, en el transcurso de los dos siglos siguientes, un espíritu y unos métodos cuya influencia en el desarrollo de la cultura occidental es menester que apreciemos. El estudio de esta larga campaña pedagógica es desde luego, sumamentearduo, ya que los cronistas de la segunda mitad del siglo XVI no siempre fecharon los textos que nos procuran, y dado que las persecuciones del siglo XVIII han destruido o dispersado los archivos mas preciosos. Es, pues, preciso atenerse a la labor paciente y metódica de
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algunos humanistas que hace poco han renovado la cuestión apoyándose en las bases de la critica mas positiva, y, enparticular, a los hermosos trabajos del P. Dainville (cf. Bibliografía).
I ORIGENES REMOTOS Y FUENTES INMEDIATAS
Cuando Ignacio de Loyola (1491-1556) experimento, en 1521, tras la lectura de la vida de los santos, el deseo irresistible de convertirse, a su vez en un instrumento eficaz en las manos de Dios, se dio pronto cuenta de los angostos limites que su incultura de segundón precipitadamente puestoal servicio del ejercito imponía a su acción.
Así, decidió reanudar sus estudios. Se inscribió al principio en las universidades de Alcalá (1526-1527) y de Salamanca (1527); pero hay que suponer que no encontró en ellas lo que buscaba, ya que decidió pasar los Pirineos, y siendo estudiante de la universidad de Paris (1529-1535) fue cuando echo, como se sabe, los cimientos de la futura compañía.Hay aquí un punto que merece que nos detengamos en él. Primeramente, porque la orden de los jesuitas no es, como se dice en ocasiones, una orden contemplativa desviada hacia la enseñanza.
En segundo lugar, porque el periodo y el medio en que los jesuitas arraigan no permiten semejante separación.
El precioso libro de Renaudet, Prerreforma y humanismo en Paris durante las primeras guerras de...
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