La Autoestima
En el transcurso de los años I960, para empezar, surgió en el seno de lahistoriografía norteamericana un violento debate que contribuyó a poner en tela de juicio una historia de tintes apologéticos. En aquel entonces, en Estados Unidos, se puso énfasis tanto en la violencia de la aculturación impuesta a los indígenas como en las modalidades de resistencia de estos últimos ante la presión de los puritanos. Paralelamente, en México, los trabajos de Miguel León Portilla o de J.J. Klor de Alva, por ejemplo, popularizaron un análisis análogo de la evangelización de la Nueva España, destacando fenómenos que, a decir verdad, habían sido desatendidos por sus predecesores. Diez años más tarde, y hasta los años 1980, de ambos lados del río Bravo, llegó la época dorada de los estudios marcados por el concepto de "negociación" intercultural (ilustrados por los de James Axtell olos de James Ronda en el Norte y por los de Serge Gruzinski en el Sur, por ejemplo). Finalmente, a principios de los años noventa, inició la era de la "posmodernidad", del rechazo al pensamiento global, del elogio de la ambigüedad constitutiva así como de la irreductibilidad de cada experiencia (James Merrell y Richard White por un lado, Louise Burkhart por el otro).2
Discutir la legitimidadde tales transferencias conduce naturalmente a tratar de identificar tanto los rasgos culturales comunes a ambas experiencias de colonización como aquello que las distingue.
Ahora bien, a primera vista, ambos conjuntos (la Nueva Inglaterra por una parte y la región mexica del Altiplano central mexicano por la otra) parecen más disímiles que propiamente diferentes. En efecto, privan entre ellosoposiciones muy claras, empezando por el tamaño de los espacios en cuestión y de las comunidades humanas en presencia. La Iglesia de la Nueva España se estructuró con gran celeridad y le bastaron unas cuantas décadas para contar con varios centenares de clérigos católicos que dirigieron, así sea de manera muy desigual y sin duda no demasiado firme, a millones de neófitos, pese al rápido declivedemográfico de las poblaciones del Altiplano.3 En cambio, durante el primer siglo de su existencia, la Nueva Inglaterra contó cuando mucho con unos veinte misioneros protestantes que se involucraron en mayor o menos grado con los indios.4 Cierto es que los autóctonos cristianizados eran mucho menos numerosos allí que en la Nueva España: apenas unos cuantos miles de individuos, dentro de unapoblación indígena mayoritariamente hostil al cristianismo que contaba cuando mucho con aproximadamente cien mil personas en el momento de la llegada de los europeos.5 Por añadidura, las sociedades indígenas a las que se vieron confrontados los ingleses y aquellas que descubrieron los españoles obedecían a reglas distintas que marcaban entre ellas diferencias radicales. En la Nueva Inglaterra, losgrupos autóctonos se hallaban organizados en confederaciones errátiles de fronteras fluctuantes y vivían de la caza, de la recolección así como de una modesta agricultura de roza y quema; todo ello los obligaba a desplazarse periódicamente. El centro de México, por su parte, era habitado por agricultores sedentarios, organizados en ciudades-estado, federadas en el seno de un vasto conjunto político...
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