LA TRAGEDIA DE LA LUNA
Isaac Asimov
Título original: The tragedy of the Moon
Publicado con autorización de Doubleday & Company, Inc. New York
Traductor: Antonio Escohotado
Escaneado por: Dom
Corregido por: mí
© 1973 by Isaac Asimov
© Ed. Cast.: Alianza Editorial S. A., Madrid, 1979
Calle Milán, 38; Teléfono 200 00 45
ISBN: 84-206-1717-2
Depósito legal: M. 15.693-1979
Impreso enClosas-Orcoyen, S. L. Martínez Paje, 5. Madrid 29
Printed in Spain
Dedicado a:
Algunos de los lugares que han inspirado algunos de los ensayos aquí
incluidos:
La Bread Loaf Writers’ Conference (cap. 13)
El Instituto del Hombre y la Ciencia (cap. 14)
El S.S. Statendam (caps. 2 y 16)
y
El University Hospital (cap. 12)
INTRODUCCIÓN
Douglas W. Jerrold, un autor inglés del siglo XIX, oyóen cierta ocasión
que un amigo suyo, escritor pronunciadamente mediocre, iba a dedicarle un
libro. Una mirada de melancolía cruzó por su rostro. Sacudió la cabeza y
dijo: «¡Arma terrible la que tiene el hombre en sus manos!»
Con dedicatorias claramente inscritas en más de un centenar de libros
míos, la triste observación de Jerrold me viene a veces al pensamiento y me
enerva. Nunca pidopermiso antes de estigmatizar a alguien o algo sobre la
página de la dedicatoria, y a veces pienso con vergüenza que algún buen
amigo mío podría no desear que le colocaran tan conspicuamente en la
picota. (En cierta ocasión fui bendecido por una enérgica carta exigiendo la
supresión de una dedicatoria, que fue suprimida en consecuencia; pero ésa
es otra historia.)
Además, las dedicatorias suelenser también harto escuetas y
misteriosas. Dedicamos un libro «a fulanito de tal, por su ayuda», y en
seguida todos quieren saber cómo y cuándo ayudó y cuál era la dificultad a
resolver. ¿Qué nos dio? ¿Dinero, una coartada, una palabra amable? Lo más
probable es que uno no llegue nunca a saberlo.
Permitidme, pues, que consagre algunas páginas a explicar la
dedicatoria.
I
En 1971 mepersuadieron, muy en contra de mi voluntad, para que
asistiese a la Conferencia de Escritores de Bread Loaf, Vermont, y disertara
ante los estudiantes reunidos sobre cómo escribir ensayo. Mis protestas, en
el sentido de que no sabía cómo escribir esa clase de literatura, porque lo
hacía instintivamente, fueron despachadas con desdén.
Lo cierto es que, mal que bien, conseguí arreglármelas para darunas
cuantas conferencias y que me divertí a conciencia. Lo único que me cogió
de sorpresa fue el hecho de que cada miembro del profesorado tenía que dar
una de las conferencias vespertinas y, según iba asistiendo a ellas, descubrí
que cada cual leía de sus propios trabajos.
Yo no había llevado nada mío para leer, pero durante los primeros diez
días había escrito un artículo sobre Ruth (laheroína del libro bíblico del
mismo nombre) para los libros del Reader’s Digest y pensé que podría
repetir el meollo del ensayo. Resultó, sin embargo, que me fui alejando del
tema (me ocurre a menudo, pues mis charlas no las preparo de antemano),
y al cabo de un rato me encontré soltando un solemne sermón –sin
intención alguna, os lo aseguro.
Tengo por costumbre no mirar nunca al público.Me fijo en el espacio
que está sobre sus cabezas. Pero escucho, y por los sonidos que oigo guío la
charla. Y lo que busco siempre con gran ansiedad, sin conseguirlo
prácticamente jamás, es un silencio de muerte. Esta vez lo conseguí, y logré
pronunciar la mejor (o, más bien, la más eficaz) conferencia de toda mi
carrera. Al final coseché una prolongada ovación.
Algo así no puedo dejar que sepierda. Para mí (y, con certeza, para
cualquiera que escriba tanto como yo) es regla cardinal que nada se eche a
perder. Así que escribí una versión de la conferencia con el título de
«Perdido en la no traducción» (cap.13), y luego un tratamiento exhaustivo
que se publicó como libro para jóvenes, La historia de Rut (Doubleday,
1972)
Pero no puedo dedicar el libro al escenario de los...
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