lejos de casa
fiesta mayor de Madrid. Una fiesta que dura una semana y media, más o
menos, con baile y espectáculos todas las noches. Miles de madrileños están
por la calle hasta muy tarde. Y hay gente y ruido por todas partes pero
especialmente en el centro. Y yo vivo en el centro. Además, a mí, las fiestas
populares no me gustan. Poreso, ese año había decidido irme unos días de
vacaciones. Ese miércoles 12 de mayo, estaba a punto de irme. Pensaba
pasar toda la semana en Menorca. En mayo es una buena época: pocos
turistas y, seguramente, bastante buen tiempo. Quería tomar el sol y no hacer
nada en absoluto. Sólo descansar. Descansar y leer un par de buenas novelas.
Pero no pudo ser. En la agencia de detectives no tenemosmucho trabajo
normalmente. Pero, siempre que quiero irme de vacaciones, las cosas se
complican. Ese miércoles 12 de mayo, un día antes de irme a Menorca, sonó
el teléfono.
2
Oí que Margarita, la secretaria, cogía el teléfono. Nuestra oficina es tan
pequeña que se oye todo.
—Sí, sí, un momento, por favor. Le paso.
«¡Qué raro! No era Tony, el novio de Margarita», pensé yo. La llama todoslos días, tres o cuatro veces.
—Lola, una llamada para ti —dijo Margarita—. Una tal María José Pancho...
O algo así.
—¿Lola? —era una voz de mujer.
—Sí, dígame.
—Mira, no sé si te acuerdas de mí... Me llamo María José Sancho. Nos
conocimos en una cena, en casa de Alberto Sanjuán...
—Ah..., sí..., sí. Creo que sí... —dije.
Pero no era verdad: no recordaba a ninguna María José Sancho. Tengobastante mala memoria para los nombres.
—Tenemos un problema y quería hablar contigo.
—¿Es urgente?
—Sí, muy, muy urgente.
«Adiós a mis vacaciones en Menorca: seguro que era un nuevo caso para la
agencia».
—¿Quieres venir a verme hoy mismo? —pregunté sin muchas ganas.
—Sí, ahora mismo, si puede ser.
—De acuerdo. ¿Tienes la dirección?
—Sí, Alberto me la ha dado: Alcalá, 38, ¿no?
—Exacto.—No estoy muy lejos. Llego en unos veinte minutos.
—De acuerdo, hasta ahora.
Parecía realmente muy urgente, más urgente que mis ganas de salir de
Madrid y de tomar el sol.
3
María José Sancho era una mujer de unos cuarenta y pico años. Alta, con el
pelo gris, y mucha personalidad. Entonces la reconocí. Entró en mi oficina,
con una expresión preocupada, y me dijo.
—Mira, voy a ir directaal grano.
—Adelante.
«Me gusta la gente que va directa al grano», pensé yo. Y empezó a
explicármelo todo.
—Colaboro con la Asociación de Vecinos de Peñalbina. Es un barrio obrero,
¿sabes?, cerca del parque de San Isidro. En la Asociación tenemos una
sección de ayuda a los trabajadores extranjeros. Ahora hay muchos
inmigrantes: africanos, sudamericanos, polacos... Tienen muchos problemas,como puedes imaginar: problemas de vivienda, de trabajo... Algunos
voluntarios dan clases de español, los ayudamos con la burocracia, y todo
eso. Uno de los chicos extranjeros, ahora... Bueno, resumiendo, lo busca la
Policía. Y nosotros queremos ayudarlo. Estamos completamente seguros de
que no ha hecho nada. Por eso necesitarnos un detective privado.
—¿Qué ha pasado exactamente?
—HumbertoSalazar, se llama el chico. Es colombiano. El domingo
Humberto fue a ver un partido de fútbol. Allí, en nuestro barrio. A la salida
tuvo una discusión con unos «cabezas rapadas», del barrio también. Todo el
mundo los conoce. Son muy violentos. La verdad es que no sé cómo empezó
todo. Sólo sé que discutieron, se insultaron... Lo típico.
—¿Y por eso lo busca la Policía? —pregunté yo.
—No, no, quéva. Es mucho más grave. Al día siguiente, en el parque de San
Isidro encontraron inconsciente a uno de los «cabezas rapadas», un tal
Antonio Sánchez. «El Tigre», lo llaman. Es el líder. Ahora está en el hospital,
en el 12 de Octubre.
—¿Está grave? —pregunté yo.
—Gravísimo. Está en coma. Le dieron un golpe en la cabeza. Sus amigos
dicen que fue Humberto. Y Humberto está muerto de miedo,...
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