libro
MOEBIUS
A. J. DEUTSCH
Partiendo de un punto central en Park Street, el metropolitano se había extendido a través de un
complicado e ingenioso sistema ferroviario. Un desvío conectaba la línea de Lechmere con la de Ashmont
para los trenes que se dirigían al sur, y con la línea de Forest Hills para los que se dirigían al norte. Harvard
y Brookline habían sidoenlazadas con un túnel que pasaba a través de Kenmore Under, y durante las
horas punta todos los otros trenes eran desviados a través del ramal de Kenmore hacia Egleston. El ramal
de Kenmore enlazaba con el túnel Maverick cerca de Fields Corner. Ascendía unos treinta metros en dos
manzanas para conectar Copley Over con Scollay Square, y luego descendía de nuevo para unirse a la
línea Cambridge enBoylston. La variante de Boylston había unido finalmente las siete líneas principales a
cuatro niveles distintos. Entró en servicio el 2 de marzo. A partir de entonces, un tren podía viajar desde
una estación cualquiera a cualquier otra estación en todo el sistema.
Todos los días de la semana circulaban doscientos veintisiete trenes, y transportaban un millón y medio
de pasajeros, aproximadamente.El tren Cambridge-Dorchester que desapareció el 4 de marzo era el
número 86. Al principio, nadie lo echó de menos. A última hora de la tarde, la línea estuvo un poco más
cargada que de costumbre. Pero una multitud es una multitud. Los postes indicadores de los andenes de
Forest Hills marcaron el número 86 alrededor de las 7:30, pero ninguno de ellos mencionó su ausencia
hasta tres díasdespués. El interventor del cruce de la Milk Street pidió al inspector de la Harvard un tren
suplementario aquella noche, con motivo de celebrarse un partido de hockey, y el inspector de la Harvard
transmitió la petición. La central envió el 87, que había sido puesto fuera de servicio a las diez, como de
costumbre. Nadie se dio cuenta que faltaba el 86.
A la mañana siguiente, cuando la afluencia depasajeros era más intensa, Jack O’Brien, del control de
Park Street, llamó a Warren Sweeney, de Forest Hills, y le dijo que pusiera otro tren en la línea de
Cambridge. Sweeney no disponía de ninguno, de modo que se dirigió al tablero y buscó en él algún tren
disponible. Entonces, por primera vez, observó que Gallagher no había marcado su tarjeta la noche
anterior. Sweeney dejó la tarjeta a lavista, con una nota. Gallagher tenía que entrar de servicio a las diez. A
las diez y media, Sweeney se dirigió de nuevo al tablero y comprobó que la tarjeta de Gallagher continuaba
en el mismo sitio, con la nota que él había dejado. Acudió al inspector y le preguntó si Gallagher había
llegado tarde. El inspector le dijo que no había visto a Gallagher aquella mañana. Entonces, Sweeney quisosaber quién conducía el 86.
Eran las 11:30 cuando se enteró, finalmente, que había perdido un tren.
Sweeney pasó la siguiente hora y media en el teléfono, interrogando a todos los interventores e
inspectores del sistema. Después de almorzar, a las 13:30, repitió las llamadas. A las 16:40, poco antes
que terminara su jornada laboral, informó el asunto a la Central de Tráfico. Los teléfonos zumbarona
través de los túneles y talleres hasta casi medianoche, antes que el Director General recibiera finalmente la
noticia en su casa.
El encargado principal de la Central de Cambios fue el primero en asociar, a última hora de la mañana
del día 6, el tren que faltaba con los artículos de los periódicos acerca de la súbita desaparición de
numerosas personas. Llamó al Transcript , y aquellamisma tarde tres periódicos publicaron números
extraordinarios. Así se hizo pública la historia.
Kelvin Whyte, el Director General, pasó una buena parte de aquella tarde con la policía. Interrogaron a
la esposa de Gallagher. El conductor del 86 no se había presentado en casa desde la mañana del día 4. A
media tarde, la policía había comprobado que unos trescientos cincuenta bostonianos,...
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