lo fantastico en borges
Laura Oteros Rodríguez
“No puede ser, pero es”
J.L. Borges
En la conferencia en torno a la literatura fantástica que se realizó en Sevilla en 1984, Borges afirmó que “la literatura es esencialmente fantástica”, que dicho género corresponde a un concepto tautológico y que es tan antiguo como la literatura misma. El génerofantástico, sin embargo, sí ocupa un lugar diferenciado de otras estéticas más realistas dentro de la teoría de los géneros literarios: presupone la existencia de un hecho sobrenatural que subvierta la idea de aquello que percibimos como real; indaga, asimismo, en las grietas por las que se filtra un nuevo mundo inexplicable e irracional que transgrede las leyes que se conocen.
“Las ruinas circulares”de Borges (Ficciones, 1941) no cumple con las necesidades estructurales requeridas para el género fantástico. Si bien participa de él, también se aleja considerablemente de las convenciones establecidas para este sistema literario. Veremos hasta qué punto podemos incluir esta ficción dentro de lo fantástico teniendo en cuenta que, a pesar de las muchas aproximaciones1 al concepto, no hallemosninguna definición satisfactoria que englobe todos los matices de la “fantasticidad”.
Una de las características esenciales para la efectividad del fenómeno sobrenatural ―que es el rasgo dominante del género― es que surja en un entorno realista, parecido al mundo del lector. No es así en este cuento. Aquí la verosimilitud está muy atenuada; no es que aparezca lo fantástico amenazando la estabilidadde lo consuetudinario, sino que se plantea un espacio ya peculiar de por sí, hasta mítico ―un templo circular en ruinas―, habitado por un personaje igualmente estrafalario que nadie sabe de dónde viene ―sólo se concreta que es extranjero, viene del Sur2, de aguas arriba― y que se dedica a asuntos poco habituales ―soñar―. Todo lo aparecido desde la primera línea del relato está en el límite entrelo creíble y lo insólito3. Desde el principio Borges dinamita el horizonte de expectativas del lector fantástico.
A pesar de que el relato está construido con un narrador homodiegético testimonial4 ―lo que contribuiría a una mayor fidelidad de los hechos puesto que un testimonio supone la constatación de alguna realidad (es un “mecanismo de autentificación” [Dolezel])―, este queda desvirtuadobajo la ironía del autor, ya que al protagonista “Nadie lo vio desembarcar de la unánime noche” (la cursiva es mía). Si nadie lo vio, ¿cómo puede contarlo el narrador? No puede convertirse en el testigo que posibilita la narración de los hechos a menos que sea el único que lo viera llegar (“Nadie [más que yo] lo vio desembarcar”). La cuestión es que la deliberada ambigüedad del lenguaje y del propioBorges ya invocan, desde la primera palabra, una de las constantes del género: “No puede ser, pero es”.
Otras combinaciones de palabras, sintagmas formados por un nombre y un adjetivo que lo acompañan, también favorecen el enrarecimiento de este marco que deberíamos suponer real: “unánime noche”, “fango sagrado”, “hombre gris”, “flanco violento de la montaña”, “idioma zend”. El primero de estoses quizá el que más se parece a un oxímoron. ¿Cómo va a ser la noche unánime, en el sentido de la totalidad? ¿Cómo va a ser la noche algo de común acuerdo? Aunque el mismo significante podría aludir también a “un-ánime”, la noche de un alma. Borges insiste, en su conversación con Carlos Cañeque,5 en que ambos sentidos no son excluyentes. Y precisamente aquí está la magia fantástica, en el poder desugestión que tienen las palabras sobre la imaginación del lector.
También la alusión al idioma zend, aunque sea un elemento real procedente de un campo de referencia externo6 reconocible, produce en el lector el efecto de exotismo y distancia. En este sentido hay que recordar lo dicho por Aristóteles: “es preferible lo imposible verosímil a lo posible increíble”. Pero el zend, de hecho, no...
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