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Í N D I C E
PRIMERA PARTE
(Reimpresión de las memorias de John H. Watson, doctor en medicina
y oficial retirado del Cuerpo de Sanidad)
Capítulo
Pág.
1.
Mr. Sherlock Holmes
3
2.
La ciencia de la deducción
9
3.
El misterio de Lauriston Gardens
14
4.
El informe de John Rance
21
5.
Nuestro anuncio atrae a un visitante
25
6.
Tobías Gregson en acción
297.
Luz en la oscuridad
34
SEGUNDA PARTE
La tierra de los santos
Capítulo
Pág.
1.
En la gran llanura alcalina
39
2.
La flor de Utah
45
3.
John Ferrier habla con el profeta
49
4.
La huida
52
5.
Los ángeles vengadores
57
6.
Continuación de las memori
as de John Watson, doctor en
Medicina
62
7.
Conclusión
68
3
Estudio en Escarlata
PRIMERA PARTE
(REIMPRESIÓN DE LASMEMORIAS DE
JOHN H. WATSON, DOCTOR EN
MEDICINA Y OFICIAL
RETIRADO DEL CUER
PO DE SANIDAD)
CAPÍTULO UNO
MR. SHERLOCK HOLMES
En el año 1878 obtuve el título de doctor en medici
na por la Universidad de Londres, asistiendo
después en Netley a los cursos que son de rigor antes de ingresar como médico en el ejército.
Concluidos allí mis estudios, fui puntualmente de
stinado el 5º de Fusileros deNorthumberland en
calidad de médico ayudante. El regimiento se hallaba
por entonces estacionado en la India, y antes de
que pudiera unirme a él, estalló la segunda guerra
de Afganistán. Al desembarcar en Bombay me
llegó la noticia de que las tropas a las que estaba agregado habían traspuesto la línea montañosa,
muy dentro ya de territorio enemigo. Seguí, sin
embargo, camino con muchosotros oficiales en
parecida situación a la mía, hasta Candahar, donde sano y salvo, y en compañía por fin del
regimiento, me incorporé sin más dilación a mi nuevo servicio.
La campaña trajo a muchos honores, pero a mí sólo desgracias y calamidades. Fui separado de
mi brigada e incorporado a las tropas de Berkshire,
con las que estuve de servicio durante el desastre
de Maiwand. En la susodichabatalla una bala de Jezail me hirió el hombro, haciéndose añicos el
hueso y sufriendo algún daño la arteria subclavia. Hubiera caído en manos de los despiadados ghazis
a no ser por el valor y lealtad de Murray, mi asistente, quien, tras ponerme de través sobre una
caballería, logró alcanzar felizmente las líneas británicas.
Agotado por el dolor, y en un estado de gran debilidad a causa de lasmuchas fatigas sufridas, fui trasladado, junto a un nutrido convoy de
maltrechos compañeros de infortunio,
al hospital de la base de Peshawar.
Allí me rehice, y estaba ya lo bastante sano para dar alguna que otra
vuelta por las salas, y orearme de tiempo en tiempo en la terraza, cuando
caí víctima del tifus, el azote de nuestras posesiones indias. Durante
meses no se dio un ardite por mivida, y una vez vuelto al conocimiento de
las cosas, e iniciada la convalecenci
a, me sentí tan extenuado, y con tan
pocas fuerzas, que el consejo médi
co determinó sin más mi inmediato
retorno a Inglaterra. Despachado en el transporte militar Orontes, al mes
de travesía toqué tierra en Portsmouth, con la salud malparada para
siempre y nueve meses de plazo, sufragados por un gobierno paternal,para probar a remediarla.
No tenía en Inglaterra parientes ni am
igos, y era, por tanto, libre como
una alondra -es decir, todo lo libre que cabe ser con un ingreso diario de
once chelines y medio-. Hallándome en semejante coyuntura gravité
naturalmente hacia Londres, sumidero enorme donde van a dar de manera fatal cuantos desocupados
y haraganes contiene el imperio. Permanecí durante algúntiempo en un hotel del Strand, viviendo
antes mal que bien, sin ningún proyecto a la vista, y gastando lo poco que tenía, con mayor
liberalidad, desde luego, de la que mi posición recomendaba. Tan alarmante se hizo el estado de mis
finanzas que pronto caí en la cuenta de que no me
quedaban otras alternativas que decir adiós a la
metrópoli y emboscarme en el campo, o imprimir un radical...
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