Monolinguismo del otro
EL MONOLINGÜISMO DEL OTRO
Jacques Derrida 1996 Traducción de Horacio Pons Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS ÍNDICE
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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS SE RUEGA INSERTAR Anuncio “—Imagínalo, figúrate alguien que cultivara el francés. Lo que se llama francés. Y al que el francés cultivara. Y quien, ciudadano francés por añadidura, fuera por lo tanto un sujeto, como suele decirse, de cultura francesa. Ahora bien, supón que un día ese sujeto de cultura francesa viniera a decirte, por ejemplo, en buen francés: ‘No tengo más que una lengua, no es la mía.’ Y aun, o además: ‘Soy monolingüe.’ Mi monolingüismo mora en mí y lo llamo mi morada; lo siento como tal, permanezco en él y lo habito. Me habita. El monolingüismo en el que respiro, in‐ cluso, es para mí el elemento. No un elemento natural, no la transparencia del éter sino un medio absoluto. […] Ese solipsismo inagotable soy yo antes que yo. Permanentemente. Ahora bien, nunca esta lengua, la única que estoy condenado así a hablar, en tanto me sea posible hablar, en la vida, en la muerte, esta única lengua, ves, nunca será la mía. Nunca lo fue, en verdad. Adviertes de golpe el origen de mis sufrimientos, porque esta lengua los atraviesa de lado a lado, y el lugar de mis pasiones, mis deseos, mis plegarias, la vocación de mis espe‐ ranzas…” Así comienza este libro: a la vez íntimo, entre uno y uno mismo, y sin em‐bargo “fuera de sí”, una especie de charla, el murmullo de una confesión animada, pero también un apóstrofe representado, la ficción de una conversación dramática, un debate político, en fin, en una lengua con respecto a esa misma lengua. Esto ocurre con uno mismo como con cualquier otro cuando un niño de ayer trata de hablar así con su propia voz, y cuando con esa intención diagnostica la en‐fermedad contraída en la escuela, en la Argelia francesa, un mal del timbre y el to‐ no, una locura del ritmo o de la prosodia, pero en primer lugar una especie de hi‐ perbolitis generalizada. El diagnóstico se presta de buena gana, pero no sin reservas, a quienes quie‐ ran leer en él una hipótesis genealógica, la pequeña autobiografía de un gusto in‐
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