oliloi

Páginas: 332 (82834 palabras) Publicado: 10 de junio de 2013
¡Ojalá en el šeol me escondieras,
me ocultaras hasta cuando pase tu ira,

fijaras una fecha para acordarte de mí!

¿Pero puede el hombre muerto revivir?

Todo el tiempo de mi milicia esperaría

ansioso a que llegase mi relevo.
Te llamaría y tú responderías
anhelando la obra de tus manos:

no controlarías mis errores,
como ahora cuentas mis pasos;

cerrarías en un saco mi delito,blanquearías con cal mi pecado.
Como monte que acaba derrumbándose,

como rocas desplazadas de su sitio,
como agua que erosiona las piedras,

como aluvión que arrastra el barro,
así acabas tú con la esperanza del hombre.

Lo aplastas para siempre y se va,

lo desfiguras y luego lo olvidas.

Medran sus hijos y no se entera,

son despreciados y no lo advierte.

Sólo siente eldolor de su carne,

tan sólo se lamenta por su vida.
Job, capítulo 14, versos 13-22

Recuerdo cómo morimos. Lo recuerdo y lo sé. Es así. Hay cosas que sé aunque no
las haya vivido en mi propia piel. Pero no lo sé todo, ni mucho menos. No hay
reglas fijas. Como pasa con las personas, por ejemplo: a veces son habitaciones
abiertas en las que puedo entrar; a veces están cerradas. El tiempo noexiste. Está
como desintegrado por una batidora.
El invierno llegó sin nieve. En septiembre ya había hielo, pero la nieve se quiso
demorar.
El nueve de octubre el aire era frío y el cielo estaba azulísimo, un día perfecto para
servírtelo en una copa y tomártelo de un trago.
Yo tenía diecisiete años. Si ahora estuviera viva tendría dieciocho. Simon tenía casi
diecinueve. Me dejó llevar elcoche aunque no tuviera el carné. El camino del
bosque estaba lleno de socavones. Me gustaba conducir, y soltaba una carcajada
con cada bache mientras la grava y las piedras picaban contra el chasis.
—Perdóname, Bettan —le decía Simon al coche acariciando la guantera.
No teníamos ni idea de que íbamos a morir. Yo no sabía que terminaría gritando
con la boca llena de agua. Ni que sólo quedabancinco horas.
El camino del bosque terminaba en Sevujärvi. Descargamos el coche y cada poco
rato yo tenía que hacer una pausa y mirar a mi alrededor. La belleza de aquel sitio
era sobrenatural. Levanté las manos al cielo, entorné los ojos de cara al sol, una
esfera blanca ardiente, y seguí el paso de una nube estriada que se deslizaba por
allí arriba. Las montañas se erguían inalterables desdetiempos inmemoriales.
—¿Qué haces? —preguntó Simon.
Sin bajar los brazos ni la cabeza le respondí:
—En casi todas las religiones lo hacen. Miran al cielo y levantan las manos. La
verdad es que lo entiendo perfectamente. Sienta bien. Ya verás, prueba.
Respiré hondo y solté el aire en una gran nube blanca.
Él sonrió y negó con la cabeza.
Para ponerse la pesada mochila primero la subió a unaroca. Después me miró.
Sí, recuerdo muy bien aquella mirada suya, como si no pudiera creerse la suerte
que había tenido. Y no era para menos; yo no era una chica del montón.

Simon solía estudiarme. Le gustaba contar todas y cada una de mis marcas de
nacimiento, o cuando sonreía me ponía la uña en los dientes y empezaba a citar los
picos de la cordillera de Kebnekaise:
—Sydtoppen,Nordtoppen,
Kaskasatjåkko, Tuolpagorni.

Drakryggen,

Kebnepakte,

Kaskasapakte,

—En doce, inicio de caries; en once, manifiesta; en veintiuno, distal —respondía
yo.
Las mochilas pesaban mucho con el equipo de buceo.
Subimos caminando hasta el lago Vittangijärvi en una ascensión de tres horas y
media. Nos alegramos de que el suelo estuviera helado porque facilitaba la
caminata. Sudábamos,de vez en cuando parábamos para echar un trago de agua y
en una ocasión hicimos una pausa para tomar café del termo y comernos unos
sándwiches.
Con nuestros pasos oíamos el crujido del musgo helado al romperse y el chasquido
del hielo de los charcos.
A nuestra izquierda se alzaba la montaña Alanen Vittangivaara.
—Allí arriba hay un antiguo sitio donde los sami hacían sacrificios —dijo Simon...
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