Serafín, Nagual

Serafín, nagual

Una noche oscura y fría de diciembre, mientras Serafín calca, estremecido, aquel lúgubre soneto de Sor Juana, donde ella se describe a sí misma como un “engaño colorido”, queterminará ---así lo dice en el último verso--- hecho cadáver, polvo, sombra, nada, oye un golpeteo en el cristal.
«¿Será el viento, o algo quiere entrar por la ventana?», cavila, aprensivo.
Se armade valor y la abre. Nada, oscuridad total. Sólo el gemido del viento que susurra: «Juuu…ana … Juuu-ana…Juu…»
Regresa a su escritorio pensando que ya hasta oye en el viento su nombre de tantoescribirlo. Tal vez la invocó al transcribir el último verso del poema. Comienza otra vez a copiarlo y, en voz baja, pero deliberada, la llama: «Juana, Juana…»
Al momento de calcar con pastosa tintanegra las letras retorcidas de la palabra “sombra”, un golpe de viento abre con fuerza las hojas de la ventana. Y entra volando, ominosa, una lechuza blanca, de esas que llaman Fantasma.Revolotea desasosegada, buscando un lugar. Finalmente, se posa en el rincón de la sala, sobre el hombro del busto de Atenea, la diosa armada de la sabiduría, escultura que Serafín se ganó en el tiro al blancode la feria de Xochimilco.
Está allí la lechuza del “Sueño” de Sor Juana, poema donde aparece Nictimene ---ya piadosamente transformada por la diosa en el ave de la oscuridad--- volando por losespacios interestelares hacia la Causa Primera. Va guarecida por el cono de sombra de un eclipse lunar, en la noche más larga del año.
Nictimene, Sor Juana, Atenea: animal, mujer, diosa; endistintos mundos, la misma cosa, concluye Serafín.
Es noche de solsticio, a 327 años de aquella en que sucede el poema y, por primera vez desde entonces, el cielo se repite.
Oye las palabras quesu mamá le dijo de niño: «Vas a ser nagual, Serafín: naciste el día del Señor del Espejo Humeante. El nagual de tu padre era el ocelote y el mío la iguana; tú, por ser jaguar, puedes transformarte en...