sybil 5
Del mismo modo que no había dicho nada acerca del abotonador y las cuentas, tampoco dijo nada acerca del trigo.
Como tampoco lo dijo una noche cuando tenía sólo dos años y su padre lepreguntó: «¿Cómo te has hecho ese moretón en el ojo?» Sybil rehusó decirlo. No podía hacer saber a su padre que su madre había derribado los cubos con que la niña estaba jugando, le había dado un puñetazo en el ojo y luego, con los nudillos, la había golpeado en la boca, justo donde le estaba saliendo un nuevo diente.
Esas eran las cosas, no separadas sino indivisibles, que formaban una secuenciainterminable de cautividad sobre la que se construyó la cámara de torturas que fue la niñez de Sybil. Su recuerdo regresó para torturar a Sybil el día en que había comenzado, alegremente, con sus sueños de la farmacia.
Sin embargo, la tortura vuelta a despertar podía ser dejada a un lado, a veces.
Ya en el primer grado, Sybil disfrutaba de la escuela, tenía amigos y, unos días después del regresode la madre de Willow Corners, visitó la casa de su amiga y compañera de clase, Laurie Thompson, después de la escuela.
La madre de Laurie, que era una mujer obesa, cálida y extrovertida, dio la bienvenida a Laurie y a Sybil mientras subían por los escalones del porche. Tras dar un gran abrazo a Laurie y sonreír a Sybil, la señora Thompson hizo entrar a las dos niñas al interior de la casa. Lesesperaba leche y un pastel de manzana recién hecho.
Todo era muy pacífico en la casa de los Thompson, pero Sybil, que entonces tenía siete años, estaba segura de que, en cuanto se fuese, la señora Thompson haría cosas terribles a Laurie, tal como hacían todas las madres.
La suposición de que su forma de vida era la normal no le daba ningún consuelo, ni disminuía la ira no expresada e impotenteque la llenaba desde la infancia. Ira que había sentido cuando el odiado biberón de goma había reemplazado al pecho y cuando los gritos de la prisionera de once meses, atada a la silla alta, habían sido ignorados por la carcelera. Pero la ira más terrible, acumulativa pero reprimida, surgió con la creciente sensación de que no había escapatoria, de que no había forma de huir de la cámara detorturas. Y cuanto más intensa se hacía la rabia, más la reprimía. Y cuanto más la reprimía, mayores eran sus sentimientos de impotencia; y cuanto mayores los sentimientos de impotencia, mayor la ira. Era un círculo vicioso de ira, sin salida alguna.
Su madre la torturaba y aterrorizaba, y Sybil no podía hacer nada al respecto. Y, lo que quizás aún era peor, Sybil no se atrevía a dejar que nadie hicieranada.
Sybil amaba a su abuela, pero ésta no había intervenido cuando su madre había dicho: «Abuela, por favor, no se acerque a Sybil. Está castigada.» Su abuela no había intervenido cuando su madre le había puesto la zancadilla mientras bajaba las escaleras. Su abuela había preguntado qué era lo que pasaba, y su madre había replicado: «Ya sabe lo torpes que son los niños. Se ha caído por laescalera.» La ira que Sybil sintió contra su abuela fue reprimida.
Su padre tampoco había intervenido. ¿No podía ver lo que significaban el abotonador, el hombro dislocado, la laringe fracturada, la mano quemada, la cuenta en la nariz, el silo de trigo, los ojos con hematomas, los labios hinchados? Pero su padre había rehusado ver.
Cuando Sybil lloraba y las persianas estaban levantadas, su madresiempre decía: «¿Y si viene alguien?» También había una rabia reprimida contra los vecinos que jamás venían, contra el abuelo Dorsett, que vivía arriba y no parecía saber lo que sucedía abajo, y contra el doctor Quinoness, que una y otra vez vio que a la hija de los Dorsett le habían hecho daño, pero que no intentó averiguar el porqué. Y luego Sybil reprimió la ira contra sus maestros que, de vez...
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