E S Bado Santo Vigilia Pascual B
En la tradición judía se cuentan los días de una puesta de sol a otra, y no a partir de la
medianoche. Esta manera de dividir el tiempo se ha mantenido en la liturgia de la Iglesia: las
solemnidades comienzan al atardecer, con las primeras vísperas, y acaban con las vísperas del día siguiente. Dado que, según el testimonio de los evangelios, la resurrección del Señor
tuvo lugar al amanecer «del primer día de la semana», que hoy llamamos domingo, los
cristianos, desde los comienzos, han celebrado el memorial semanal desde la noche anterior.
Desde el siglo II se impuso una celebración anual, preparada por un ayuno riguroso que
duraba uno o varios días. Desde el siglo IV, la Noche pascual se ha caracterizado por la gran celebración anual de los bautismos, desarrollándose su liturgia, bajo la influencia de diversas
tradiciones, hasta el siglo XIII.
En Roma, todavía en el siglo V, no hay más que una celebración pascual, la de la noche,
corno testimonian las homilías del papa san León (440461). Pero en Africa. en tiempos de
san Agustín (354 430), se celebraba ya una segunda misa el domingo por la mañana. El obispo de Hipona no dejaba de predicar en ella, a pesar —decía— del cansancio de la larga
vigilia nocturna. Esta costumbre se difundió posteriormente: se conservan libros litúrgicos del
siglo VII que contienen textos de la misa del Domingo de Pascua.
Muy pronto, sin embargo, empezó a anticiparse la Vigilia pascual. Y cuando el concilio de
Trento (15451563) prohibió la celebración de la misa después del mediodía, la celebración se pasó a la mañana del Sábado santo. Así fue hasta 1951, cuando volvió a su lugar original,
primero «como experimento» y a juicio de los obispos, y desde 1956 de manera definitiva.
En su forma actual la Vigilia pascual consta de cuatro partes claramente diferenciadas.
Empieza con un amplio lucernario, o rito de la luz: bendición del fuego nuevo en el que se enciende el cirio pascual, cuya llama pasa luego a las velas que los miembros de la
asamblea llevan en la mano. Viene luego el anuncio solemne de la Pascua, saludada con un
canto de aclamación.
Se celebra luego una liturgia de la palabra excepcionalmente larga. Se trata de una
recapitulación de la catequesis que se ha hecho a los catecúmenos y recuerda las grandes etapas de la historia de la salvación que ha precedido y preparado el advenimiento de «la luz
verdadera que alumbra a todo hombre» (Jn 1,9). Tras siete grandes textos del Antiguo
Testamento, se lee un breve pasaje de la carta de san Pablo a los Romanos, a la que sigue
la proclamación del evangelio de la resurrección según san Mateo (ciclo A), san Marcos (ciclo
B) o san Lucas (ciclo C).
La tercera parte está constituida por la liturgia bautismal: bendición del agua, profesión de fe, bautismos y confirmaciones si es el caso, o aspersión de la asamblea con el agua lustral.
Finalmente viene la cuarta parte, la liturgia de la eucaristía, que se desarrolla como de
costumbre.
Está prescrito que la Vigilia pascual no comience antes de entrada la noche. Se trata
evidentemente de una exigencia de autenticidad de los ritos y símbolos, que caracterizan a esta gran liturgia y que le confieren su extraordinaria fuerza expresiva y su incomparable
valor espiritual.
Que todo hombre piadoso y amante de Dios goce de esta bella y luminosa solemnidad.
Que todo siervo fiel participe de la alegría de su señor. Que el que se ha esforzado en
ayunar reciba ahora el salario que le corresponde. Que el que ha trabajado desde la primera hora reciba en este momento su justo salario. Si alguno ha llegado después de la
hora tercia, que celebre esta fiesta con gratitud. Si alguien no ha llegado hasta la hora
sexta, que no lo dude, pues no se perderá nada. Y si hay alguno que se ha retrasado
hasta la hora nona, que no sienta vergüenza por su tibieza, porque el Señor es generoso y
recibe al último lo mismo que al primero... ...
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