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Silencio. No se oía nada, salvo las gotas de agua que caían sobre la madera ya humedecida. El frío era hiriente para su piel tan delicada. Su nariz se había vuelto roja, y sus manos heladas. Rogó al cielo que no se apareciera nadie mas esa noche. Le gustaba la idea de dejar su papel de niña buena. Con algo de temor se acercó a la ventana, todavía no había llegado. Había esperado alrededor de doshoras y su impaciencia la estaba matando. ¿Y si no llegaba?, ¿y si todo su plan se desmoronaba? No debía alertarse. Dio unos tres pasos más. Miró todo a su alrededor, hasta los mas mínimos detalles de la habitación. El estilo de la casa llamaba su atención. Empapelado verde, sillones de felpa rojos y una chimenea en la pared central. Lo que le resultó muy peculiar fue el escritorio de algarrobo.Un gran sillón aterciopelado se encontraba detrás de él, imponiendo respeto ante quien se solía sentar allí. Miró la ventana nuevamente. La había olvidado por completo. Si alguien pasaba esa noche por la casa, podrían descubrirla fácilmente.
Corrió escaleras abajo. Su ritmo cardíaco había acelerado, agitándose de inmediato. No había tomado en cuenta que el lugar era bastante grande y si ledificultaría encontrar la habitación principal. Dobló hacia la izquierda siguiendo uno de los pasillos. Las ventanas daban al parque refinado de la Sra. Davis. Aunque la lluvia era densa y empañaba un poco los vidrios, se lograba ver el exterior de la casa. Entró a la primera puerta. Perfecto, había encontrado sabanas en la habitación. Un ruido la hizo sobresaltar, el coche de la Sra. Davis estaba enla puerta, siendo aparcado. No la iban a descubrir, aún no. Corrió nuevamente por la escalera, sólo que esta vez cuesta arriba. La ansiedad aumentaba y la adrenalina recorría su cuerpo, de pies a cabeza. Cuando se encontró en su punto de partida, se escondió detrás de la puerta. Si todo salía bien, se suponía que la Sra. Davis buscaría el correo que la Srta. Morgan había recogido esa mañana.Diariamente lo dejaba en el despacho. En cuanto Davis entrara por la puerta, Eva la sorprendería. No la asesinaría en el instante, sino que hablaría un tiempo para que entendiera el porqué de aquella situación.
-¿La Srta. Morgan ha dejado mi correo en el despacho, Julio?
La voz inconfundible de Davis retumbó en toda la casa. Era una voz aguda, proveniente de una mujer refinada. La Sra. Davis solíahablar con propiedad, en realidad, siempre hablaba con propiedad. Era lo que la convertía en una mujer respetuosa, de carácter, pero respetuosa.
-Lo siento Sra. Davis pero no lo sé. Creo que la Srta. Morgan no lo recogió por la mañana.- respondió el mayordomo Julio algo nervioso.
La mayor parte de los empleados de la Sra. Davis se ponían nerviosos al dirigirse hacia ella. Su mirada solía serfría como la nieve, pero a la vez intensa como el fuego.
-Mis empleados son contratados para trabajar, ¿sabe Sr. Julio? Están para el trabajo, y para obedecerme. Mi paga es alta, no exijo mucho… ¡sólo respeto!
Eva se tapó la boca con su mano. Aquel grito ensordecedor la había aterrorizado. Hacía mal al encontrarse en aquel lugar. Quizás hacía bien en vengarse de todo el daño causado por Davis ensu infancia, como quizás no. Se arrepintió de lo que había decidido días atrás, tenía que salir de la casa. Tomó la mochila de viaje que estaba en el piso de madera. Se encontraba demasiado pesada como para correr con ella a espaldas suya. Su intento de escape fracasaría. Sintió los pasos sobre el piso de madera, era su momento.
-Malditos empleados ¿Acaso no se les paga por trabajar? Cualquierpersona trabajaría gustosa para mí…-
Eva frunció el seño. Nadie querría trabajar con semejante persona. ¿Quién podría aguantar semejantes maltratos? Recordó todo lo que había pasado en su infancia. Sólo tenía quince años cuando ingresó en ‘Farmer Country’. Huérfana a los cuatro, había pasado de hogar en hogar, buscando una familia.
Vio como la Sra. Davis caminaba por la habitación. Aunque hacía...