50 vacas gordas
Me recordaba a Marcos, inerte en aquella cama blanca de la clínica; tubos transparentes metidos por la nariz y por la boca, y la gorda bombona a su lado que parecía más un poste de luz que una fuente de vida. Poco lesirvió chupar tantos tubos. Murió y lo lloramos y lo enterramos y dejamos de acordarnos de él, casi igual a como los periódicos dejaron de acordarse del crimen, porque no descubrieron al asesino. No iban a estar todos los días repitiendo el mismo cuento: que por la tarde, casi a la hora de cerrar, uno de los jardineros fue quien la encontró; que mucho antes ese mismo jardinero y otro más la habíanvisto de lejos, tendida en la colina de grama, con su vestido rosado y descalza, sus sandalias blancas a un lado, y pensaron que dormía. No es tan raro que haya gente que vaya a tumbarse en la grama y se quede dormida. Yo he visto varios, y ¿qué no he visto yo suceder en ese parque? Todo, créamelo, todo lo que se pueda imaginar lo he visto yo en ese parque, tanto que a veces he llegado aconsiderarlo, no como una extensión de terreno con árboles, dividida en áreas para que coexistan canchas de basket—ball cerca de aparatos que dan vueltas y medio marean a los niños, cerca de columpios y toboganes y ruedas y cerca del riachuelo que sólo cuando llueve mucho es que tiene cauce, he llegado a considerarlo más que un parque como un símbolo de la vida diaria, como si fuera una película que nuncatermina, por siempre continuada, cuyo argumento es nítidamente la revisión de la raza humana. ¡Qué cursi me parece todo esto al verlo escrito! So lo hubiera dicho en medio de una conversación, a lo mejor hubiera parecido acucioso o en el peor de los casos, se hubiera desaparecido con mi voz que lo decía, pero escrito resulta sentencioso o aún más grave, resulta didáctico. Mi única defensa es insistiren que en que yo he visto en ese parque toda una panorámica del ser humano que a veces se complace y otras, aterra. Complace, por ejemplo, mirar el parque como a las siete de la mañana cuando los jardineros ya han abierto sus gordas mangueras y avanzan lentamente con ellas por delante, como si fueran unos enromes penes que orinan torrecialmente la grama y las plantas. A esa hora hay tres viejos...
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