7 La Corza Blanca

Páginas: 28 (6940 palabras) Publicado: 6 de noviembre de 2015
I
En un pequeño lugar de Aragón; y allá por los años de mil trescientos y pico, vivía
retirado en su torre señorial un famoso caballero llamado don Dionís, el cual después
de haber servido a su rey en la guerra contra infieles, descansaba a la sazón, entregado
al alegre ejercicio de la caza, de las rudas fatigas de los combates.
Aconteció una vez a este caballero, hallándose en su favoritadiversión acompañado
de su hija, cuya belleza singular y extraordinaria blancura le habían granjeado el sobrenombre de Azucena, que como se les entrase a más andar el día engolfados en
perseguir a una res en el monte de su feudo, tuvo que acogerse, durante las horas de
la siesta, a una cañada por donde corría un riachuelo, saltando de roca en roca con un
ruido manso y agradable.
Haría cosa de unas doshoras que don Dionís se encontraba en aquel delicioso lugar,
recostado sobre la menuda grama a la sombra de una chopera, departiendo amigablemente con sus monteros sobre las peripecias del día, y refiriéndose unos a otros las
aventuras más o menos curiosas que en su vida de cazadores les habían acontecido, cuando por lo alto de la más empinada ladera y a través de los alternados murmullos delviento que agitaba las hojas de los árboles, comenzó a percibirse, cada vez más cerca,
el sonido de una esquililla semejante a la del guión de un rebaño.
En efecto, era así, pues a poco de haberse oído la esquililla empezaron a saltar por
entre las apiñadas matas de cantueso y tomillo, y a descender a la orilla opuesta del
riachuelo, hasta unos cien corderos blancos como la nieve, detrás de los cuales,con su
caperuza calada para libertarse la cabeza de los perpendiculares rayos del sol, y su atillo
al hombro en la punta de un palo, apareció el zagal que los conducía.


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Obras de Gustavo Adolfo Becquer Tomo Primero ~ Leyenda 10: La Corza Blanca

—A propósito de aventuras extraordinarias —exclamó al verle uno de los monteros
de don Dionís,dirigiéndose a su señor—: ahí tenéis a Esteban el zagal, que de algún
tiempo a esta parte anda más tonto que lo que naturalmente lo hizo Dios, que no es
poco, y el cual puede haceros pasar un rato divertido refiriendo la causa de sus continuos sustos.
—¿Pues qué le acontece a ese pobre diablo? —exclamó don Dionís con aire de curiosidad picada.
—¡Friolera! —añadió el montero en tono de zumba—: es el casoque, sin haber nacido
en Viernes Santo, ni estar señalado con la cruz, ni hallarse en relaciones con el demonio, a lo que se puede colegir de sus hábitos de cristiano viejo, se encuentra, sin saber
cómo ni por dónde, dotado de la facultad más maravillosa que ha poseído hombre
alguno, a no ser Salomón, de quien se dice que sabía hasta el lenguaje de los pájaros.
—¿Y a qué se refiere esa facultadmaravillosa?
—Se refiere —prosiguió el montero— a que, según él afirma, y lo jura y perjura por
todo lo más sagrado del mundo, los ciervos que discurren por estos montes se han
dado de ojo para dejarle en paz, siendo lo más gracioso del caso que en más de una ocasión los ha sorprendido concertando entre sí las burlas que han de hacerle, y después
que estas burlas se han llevado a término, ha oído lasruidosas carcajadas con que las
celebran.
Mientras esto decía el montero, Constanza, que —así se llamaba la hermosa hija de
don Dionís, se había aproximado al grupo de los cazadores, y como demostrase su
curiosidad por conocer la extraordinaria historia de Esteban, uno de éstos se adelantó
hasta el sitio en donde el zagal daba de beber a su ganado, y le condujo a presencia
de su señor, que, paradisipar la turbación y el visible encogimiento del pobre mozo,
se apresuró a saludarle por su nombre, acompañando al saludo con una bondadosa
sonrisa.
Era Esteban un muchacho de diez y nueve a veinte años, fornido, con la cabeza pequeña y hundida entre los hombros; los ojos pequeños y azules, la mirada incierta y torpe
como la de los albinos, la nariz roma, los labios gruesos y entreabiertos, la...
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