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Páginas: 13 (3185 palabras) Publicado: 14 de octubre de 2015
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Hernán Rivera Letelier
Canción para caminar
sobre las aguas

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© 2009, Hernán Rivera Letelier
c/o Guillermo Schavelzon & Asoc. Agencia Literaria
info@schavelzon.com
© De esta edición:
2010,Aguilar Chilena de Ediciones S.A.
Dr. Aníbal Ariztía, 1444
Providencia, Santiago de Chile
Tel. (56 2) 384 30 00
Fax (56 2) 384 30 60
www.alfaguara.com

ISBN: 978-956-239-747-6
Inscripción Nº 139.455
Impreso en Chile - Printed in Chile
Primera edición: marzo 2010

Diseño:
Proyecto de Enric Satué

Todos los derechos reservados.
Esta publicación no puede ser reproducida ni en
todo ni en parte, niregistrada en, o transmitida
por, un sistema de recuperación de información,
en ninguna forma ni por ningún medio, sea
mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético,
electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro,
sin el permiso previo por escrito de la editorial.

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Olvida todo lo que has aprendido.
Comienza por soñar.
Escrito en las paredes de LaSorbona.
París, mayo del 68

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En una playa del océano Pacífico, tan lejos del mar
de Galilea, tocado por la luz del amanecer, con el agua hasta las canillas, flaquísimo, pajarístico en su ademán —las
manos abiertas y las mangas de su polera flameando como
alas rotas—, el muy desharrapado Cristo Pérezestá tratando de emular el milagro evangélico de caminar sobre las
aguas.
Como por la noche hubo bronca policial contra los
hippies, Brando Taberna y Cristo Pérez, esta vez en compañía de Jerónima Monroe, decidieron dormir en su escondite de emergencia: una boya varada en la playa Chinchorros.
Una boya semejante a un enorme trompo de fierro, llena en
sus tres cuartas partes de arena y con unagujero en la zona
alta —a casi tres metros del suelo— del tamaño de un ojo
de buey, por donde se introducen trepando por un tablón
que luego jalan y guardan.
Dentro mantienen un cabo de vela, una cajita de
fósforos y algunas revistas, y el calor es tan agobiante que,
por lo mismo, sólo la usan en casos de verdadera urgencia.
Si no encienden la vela y mantienen la radio a pilas apagada, nadie que pasepor ahí imaginaría que en la panza de ese
enorme armatoste oxidado hay gente durmiendo. Al despertar por las mañanas bajan el tablón, se deslizan por él
como por un tobogán y lo entierran en la arena junto a la
boya.
Aquella era la primera vez que Jerónima Monroe
iba allí, y lograr que su humanidad subiera por el tablón fue
toda una proeza. Ya echados a dormir, luego de haber compartido una agujitade la mejor hierba que habían logrado
conseguir en mucho tiempo, Brando Taberna no quería ni

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siquiera rozar a la gorda: no le hacía mucha gracia fornicar
en las narices de su amigo.
Pero al poco rato, la promiscuidad y el calor reinante hicieron que a la voluminosa hippie le viniera un ataque
de lujuria incontenible. Sin poder aguantarse lasganas, se
sacó el ratón blanco de su escote —donde lo hacía dormir
por las noches—, lo metió en su morral de lana cruda y, desesperadamente, resollando su congénita asma de cetácea
en celo, susurró: «Ya no aguanto más, loquito, te lo juro»,
y se montó ella misma sobre Brando Taberna.
Cristo Pérez se hizo el dormido.
Media hora después, chorreando transpiración por
todos los pliegues de sus carnespecosas, todavía excitada, la
gorda volvió al ataque con ímpetus renovados. Con voz
ahogada, ensayando su mejor mohín a lo Marilyn Monroe,
le propuso hacerle el favor a los dos juntos, a él y al loquito de la Biblia, como llamaba a Cristo Pérez. Se lo susurró
al oído. Brando Taberna, divertido, le respondió, también
al oído, que no creía que su amigo fuera a aceptar tan pecadora proposición....
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