alguien desordena estas rosas

Páginas: 7 (1513 palabras) Publicado: 10 de abril de 2014


ALGUIEN DESORDENA ESTAS ROSAS - 1952


Como es domingo y ha dejado de llover, pienso llevar un ramo de rosas a mi tumba. Rosas rojas y blancas, de las que ella cultiva para hacer altares y coronas. La mañana es­tuvo entristecida por este invierno taciturno y sobrecogedor que me ha puesto a recordar la colina donde la gente del pueblo abandona sus muertos. Es un sitio pelado, sin árboles,barrido apenas por las migajas providenciales que regresan después de que el viento ha pasado. Ahora que dejó de llover y que el sol de mediodía debe haber endurecido el jabón de la cuesta, podría llegar hasta el túmulo en cuyo fondo reposa mi cuerpo de niño, ahora confundido, desmenuzado entre caracoles y raíces.
Ella está prosternada frente a sus santos. Permanece abstraída desde cuando dejé demoverme en la habitación, después de haber fracasado en el primer intento de llegar hasta el altar para coger las rosas más encendidas y frescas. Tal vez hoy hubiera podido hacerlo; pero la lamparita pestañeó, y ella, re­cobrada del éxtasis, levantó la cabeza y miró hacia el rincón donde está la silla. Debió pen­sar: “Es otra vez el viento”, porque es ver­dad que algo crujió junto al altar y lahabi­tación onduló un instante, como si hubiera sido removido el nivel de los recuerdos estan­cados en ella desde hace tanto tiempo. Enton­ces comprendí que debía aguardar una nueva ocasión para coger las rosas, porque ella continuaba despierta, mirando la silla, y habría podido sentir junto a su rostro el rumor de mis manos. Ahora debo esperar a que ella abandone la habitación, dentro de unmomento, y vaya a la pieza vecina a dormir la siesta medida e invariable del domingo. Es posible que entonces pueda yo salir con las rosas para estar de regreso antes de que ella vuelva a esta habitación y se quede mirando la silla.
El domingo pasado fue más difícil. Tuve que esperar casi dos horas a que ella cayera en el éxtasis. Parecía intranquila, preocupada, como si la hubiera atormentado lacertidumbre de que súbitamente su soledad en la casa se había vuelto menos intensa. Dio varias vueltas por el cuarto con el ramo de rosas, antes de abandonarlo en el altar. Luego salió al pasadizo, miró adentro y se dirigió a la pieza vecina. Yo sabía que estaba buscando la lám­para. Y después cuando volvió a pasar frente a la puerta y la vi en la claridad del corredor con el saquito oscuro y lasmedias rosadas, me pareció que era todavía igual a la niña que hace cuarenta años se inclinó sobre mi cama, en este mismo cuarto, y dijo: “Ahora que le han puesto los palillos, tiene los ojos abiertos y duros”. Era igual, como si no hubiera trans­currido el tiempo desde aquella remota tarde de agosto en que las mujeres la trajeron al cuarto y le mostraron el cadáver y le dijeron: “Llora. Era como unhermano tuyo”; y ella se recostó contra la pared, llorando, obedecien­do, todavía ensopada por la lluvia.
Desde hace tres o cuatro domingos estoy tratando de llegar hasta las rosas, pero ella ha permanecido vigilante frente al altar; vi­gilando las rosas con una sobresaltada dili­gencia que no le había conocido en los veinte años que lleva de vivir en la casa. El domingo pasado, cuando salió abuscar la lámpara, logré componer un ramo con las mejores rosas. En ningún momento he estado más cerca de realizar mi deseo. Pero cuando me disponía a regresar a la silla oí de nuevo las pisadas en el pasadizo, ordené brevemente las rosas en el altar; y entonces la vi aparecer en el vano de la puerta con la lámpara en alto.
Tenía puesto el saquito oscuro y las me­días rosadas, pero había en su rostroalgo co­mo la fosforescencia de una revelación. No parecía entonces la mujer que desde hace veinte años cultiva rosas en el huerto, sino la mis­ma niña que en aquella tarde de agosto tra­jeron a la pieza vecina para que se cambiara de ropa y que regresaba ahora con una lám­para, gorda y envejecida, cuarenta años después.
Mis zapatos tienen todavía la dura costra de barro que se les formó...
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