Amarse con los ojos abiertos

Páginas: 27 (6593 palabras) Publicado: 3 de junio de 2013
CAPÍTULO 4

Por supuesto, Cristina llamó el lunes como si nada hubiera pasado.
—¿Qué tal el asado? —preguntó él mecánicamente.
—Bien —contestó ella, sorprendida por su frialdad— ¿Qué te pasa?
—Estoy malhumorado —dijo Roberto con sinceridad.
—¿Tengo algo que ver? —preguntó ella en un intento, que pronto confirmaría vano,
de quedarse afuera.
—Por supuesto que tienes que ver... —Roberto hizouna pausa y luego continuó,
mientras se preguntaba para qué estaba diciendo todo eso— ¡Últimamente con TODO lo
malo que me pasa tienes que ver?
—Pero si habíamos estado tan bien ayer...
—Tan bien... ¡que te fuiste a ese puto asado?
—Pero Roberto, tú lo sabías.
—¿Y eso qué? Si yo sé que me vas a clavar un cuchillo ¿entonces la herida no me
duele?
—¿No estás exagerando un poco con lacomparación?
—No.
—Voy para allá.
—No. No quiero.
—Voy igual —dijo ella colgando antes de escuchar la respuesta.
—No voy a estar —amenazó él al vacío.
Roberto se quedó un rato con el teléfono en la mano; pensaba si debía irse antes de
que Cristina llegara.
Debió estar muy indeciso porque cuando sonó el timbre todavía no había colgado el
auricular.
Abrió la puerta sin mirar quién era y se fue ala cocina a calentarse un café, cosa
que hizo ignorando olímpicamente a Cristina. Ella lo esperó de pie en la sala.
—¿Podrías saludarme, no? —le recriminó.
Roberto la miró con furia y ensayó su más falsa sonrisa, una ampulosa reverencia
completó a burla.
Cristina se sentó en el sillón doble:
—No puedo entender lo que te pasó —comenzó diciendo.
Pero él no contestó. Se acercó a la ventana ymiró displicente hacia la calle.
—No puedes montar todo este escándalo porque me fui a un asado, ¿no te parece?
—continuó genuinamente sorprendida.
—Puedo hacer el escándalo que quiera.
—¿Me puedes decir qué es lo que tanto te molesta?
—Mira, si lo tengo que explicar, entonces no vale la pena.
—¿Qué pasó con lo que me enseñaste de "vale la pena”?
—¡Lo he olvidado!

—¡Estás imposible!—¡Tú eres imposible!
Cristina tomó aire y decidió intentarlo por última vez.
—¿Podemos hablar?...
Roberto aflojó el gesto y se sentó en el sillón.
—¿Qué es lo que te pasa? —insistió ella.
—Pasa que no entiendo, estaba todo maravilloso, teníamos el mejor encuentro de
nuestra vida y tú te tuviste que ir a ese puto asado. No entiendo... ¿tan importante era esa
comida como para rifar todo loconquistado?
—Pero Rober... el asado no me importaba para nada. Si tú me lo hubieras pedido yo
me habría quedado...
—¿Si yo te lo hubiese pedido?
—Sí, ¿por qué no?
—¿Tengo yo que pedirte ser más importante en tu vida que un estúpido almuerzo?
—¿Tengo yo que adivinar qué es lo que tú necesitas para darte cuenta de que eres
importante para mí?
—No sé, no sé, todo está podrido...
—No seas así,Roberto, no arruines todo por una boludez.
—Tú lo has arruinado, Cristina, no yo. Esta vez fuiste vos, vos lo arruinaste esta
vez.
—Lo lamento, la verdad es que lo lamento mucho...
—Yo también... yo también.
Pausadamente, ella se levantó, tomó su abrigo y la cartera del sofá y caminó hacia
la puerta; allí se quedó unos segundos de espaldas, como esperando la llamada de
Roberto. Una llamada quenunca llegó. Salió del departamento con los ojos húmedos y
dejando tras de sí la puerta apenas entornada.
Estaba furioso pero no sabía muy bien por qué. Pensaba que podía haber
contemporizado, que podía haberle arrancado una disculpa más o menos sincera, podía
haber salvado la pareja, podía... Y había decidido no hacerlo.
¡Ella no se lo merecía!
¡Ella! pero... ¿y él? ¿se merecía él salvar supareja?
Cada vez estaba más enojado, apretaba los puños y los dientes con fuerza, hasta
hacerse daño. ¿A quién estaba castigando?
Recordó, de pronto, el cuento de la tristeza y la furia1. La tristeza, que se disfraza de
furia cuando no quiere quedar al desnudo. Para eso estaba allí su enojo: tapaba la
tristeza, escondía el dolor, disimulaba su impotencia.
Sintió cómo sus ojos se...
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