Aruto
Desde que en 1776 las antiguas colonias inglesas del norte se proclamaron independientes y a falta de designación propia optaron por la elemental definición política de Estados Unidos de América, que definía someramente su forma de gobierno y su situación geográfica, se planteó elproblema del nombre para el sur. Cuando se hizo visible y poderosa la expansión y la fuerza del nuevo país, el nombre de americano vino a serle atribuido de un modo creciente. Para franceses e ingleses del siglo XVIII, Benjamín Franklin era el americano y en cambio un hombre como Francisco de Miranda, que podía encarnar con mejores títulos la realidad del nuevo mundo, era un criollo, un habitantede la Tierra Firme, o un exótico indiano.
El hecho de que el nombre no corresponda exactamente a la cosa no es lo importante. Ningún nombre corresponde exactamente a la cosa que designa. Arbitrarias y caprichosas en su origen fueron igualmente designaciones como Asia, África o Europa para no hablar de Italia o aun de España. El problema ha sido la falta de una identidad suficiente y segura.Larga, difícil, no concluyente y cuatricentenaria es la busca de identidad de los hijos de la otra América, de ésa que se designa todavía por tantos nombres objetables y casi provisionales como Hispanoamérica, América Latina, Ibero-América y hasta Indo-América. La presencia de ese cambiante complemento revela la necesidad de una no bien determinada diferencia específica con el género próximo.Poco importaría el nombre viejo o nuevo, ingenioso o llano, si detrás de su planteamiento no se revelara una no resuelta cuestión de definición y de situación.
Ha tenido mucho que ver en todo esto la peculiar actitud del latinoamericano con el lugar y la hora. Ha sido la suya, desde el inicio, una situación para ser cambiada. Más que en ningún otro ámbito histórico se ha pensado allí en términosde porvenir y lejanía. Más que el hoy ha importado el mañana, más que lo visible lo invisible y más que lo cercano lo lejano. La búsqueda de El Dorado es una instancia ejemplar y extrema de esa mentalidad. Poco importaba la ranchería escueta y escasa de riqueza en que se hallaban, ante la idea de que estaban en el camino de El Dorado. Siempre se encontraban frente a una inmensidad por conquistar,ante la cual lo conocido y poseído resultaba desmesuradamente pequeño. Había un más allá en el espacio y el tiempo donde todo sería bueno y abundante.
Desde la llegada de los conquistadores se miró más el futuro que el presente. Venían a hacer «entradas», a conocer tierras nuevas, a buscar tesoros, a fundar para el mañana, con un proyecto en la imaginación.
Influyó en esto el hecho de serAmérica el primer gran encuentro del hombre moderno con un espacio geográfico totalmente desconocido y en gran parte vacío. Más importante que lo que había era lo que se podía hacer. El hecho mismo de llamarlo Nuevo Mundo revela esa concepción visionaria. No venían a sojuzgar ciudades y países sino a fundar lo que no existía y sin tomar mucho en cuenta lo que existía. Se crearon reinos,gobernaciones y provincias como un arquitecto traza en el papel el edificio por construir. Más que el presente importaba lo que podía ser hecho para el futuro. Se iba a hacer una Nueva España, una Nueva Castilla, una Nueva Toledo, a fundar la Orden de los Caballeros de la Espuela Dorada, o simple y llanamente, la Utopía de Tomás Moro.
La América Latina fue concebida como un proyecto. Todo lo que dicen...
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