Baila Baila Baila Haruki Murakami

Páginas: 610 (152305 palabras) Publicado: 20 de abril de 2015
Annotation
En marzo de 1983, el joven protagonista
de esta novela, redactor freelance todoterreno,
después de pasar días sombríos, siente la
necesidad de volver a ciertos escenarios de su
vida para ajustar cuentas con el pasado. Viaja a
Sapporo con la intención de alojarse en el
Hotel Delfín, donde años atrás pasó una
semana con una misteriosa mujer que, de
manera inesperada, desapareció de sulado. A
su llegada descubre que han derribado el hotel
y que en su lugar se alza otro, moderno y
lujoso, pero su estancia allí propicia la
aparición de personajes envueltos en un aura de
irrealidad: una guapa recepcionista que ha
vivido
experiencias
inverosímiles, una
adolescente dotada de una aguda sensibilidad, o
un antiguo compañero de colegio, ahora actor
de éxito, que lo meterá en gravesaprietos.
Asesinatos, viajes a Hawai, pasajes a otros

mundos y fiestas se suceden al ritmo de la
música que suena en la radio de su destartalado
Subaru. Lo cierto es que, como afirma un
enigmático personaje, todo está conectado.
Porque sólo se regresa al Hotel Delfín para
poder empezar de nuevo.

Haruki Murakami

Baila, baila, baila

1

Marzo de 1983
A menudo sueño con el Hotel Delfín.
Yo estoy enese sueño. Es decir, «formo
parte» de él como una especie de circunstancia
continua. El sueño revela de manera manifiesta
que pertenezco a la continuidad del sueño. En
éste, el Hotel Delfín está deformado. Es más
achatado y largo. Tanto que, en lugar de un
hotel, parece un larguísimo puente techado. El
puente se extiende desde tiempos pretéritos
hasta los confines del universo. Y yo estoy en
él.Allí, en ese hotel, hay alguien más, alguien
que derrama lágrimas. Las derrama por mí.
El hotel me envuelve. Percibo con toda
claridad sus latidos y su calor. En el sueño, yo
soy una parte más del hotel.

Así es el sueño.
Me despierto. ¿Dónde estoy?, me
pregunto. No sólo lo pienso, sino que me
formulo la pregunta en voz alta: «¿Dónde
estoy?». Pero es una pregunta absurda. E
innecesaria, porque yasé la respuesta: estoy
aquí, y ésta es mi vida. Mi día a día. Ese
apéndice del mundo que es mi existencia.
Numerosos asuntos, cosas, circunstancias que,
aunque no recuerdo haber consentido, se han
vuelto atributos míos sin darme cuenta. A
veces, una mujer duerme a mi lado. Pero, por
lo general, duermo solo. Sólo yo y el rumor de
la autopista que se extiende frente a mi
apartamento, el vaso en lamesilla de noche (en
cuyo fondo suelen quedar unos cinco
milímetros de whisky) y la hostil —aunque
quizá sea sólo indiferente— luz matinal
cargada de polvo. En ocasiones llueve.
Entonces me quedo en la cama, embobado. Si
aún hay whisky en el vaso, me lo bebo. Y,

mientras veo caer del alero las gotas de lluvia,
pienso en el Hotel Delfín. Pruebo a desperezar
lentamente los brazos y las piernas. Esome
confirma que yo soy sólo yo, y que no formo
parte de nada. No formo parte de nada, me
digo. Pero la sensación del sueño persiste
todavía en mí. Hasta el punto de que juraría que
puedo estirar la mano y tocarlo, y que todo eso
que me engloba reacciona moviéndose. Cada
elemento lo hace de manera ordenada, lenta y
cuidadosa, produciendo en cada fase un leve
ruido, como el de un pequeño artilugioautomático que funcionara a base de agua. Si
presto atención, oigo unos sollozos apagados.
Una voz sofocada. Sollozos procedentes de
algún lugar oscuro. Alguien llora por mí.
El Hotel Delfín existe en la realidad. Está
en un rincón anodino de un barrio de Sapporo,
en Hokkaid. Hace unos años me alojé en él
durante una semana. Pero hagamos memoria.
Quiero que quede claro: ¿cuántos años hace de aquello? Cuatro años. No, cuatro años y medio,
para ser más exactos. Por entonces yo aún no
había cumplido los treinta. Me alojé con una
chica. Fue ella quien propuso que nos
alojáramos allí. Tenemos que parar en ese
hotel, dijo. Si ella no me lo hubiese pedido, yo
jamás habría pisado ese lugar.
Era un hotelucho pequeño en el que
apenas había clientes. Durante la semana en que
nos alojamos allí,...
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