Borges
En suvida, Cruz no vio jamás los signos de la civilización: «Ni un pico de gas, ni un molino. Tampoco una ciudad» (p. 54). En ocasión de un arreo a Buenos Aires, él, receloso, quedó en el vecindario de loscorrales, sin penetrar en ella. «Comprendió (más allá de las palabras y aun del entendimiento) que nada tenía que ver con él la ciudad» (p. 54). Este mismo hecho de rechazo oscuro o secreto, decomprensión profunda e inconsciente de que él y la ciudad pertenecen a orbes diferentes, preocupó en otros casos a Borges. Así, en otro sitio8, recuerda casos similares: el de aquel domador que, traído aBuenos Aires por tres días, permaneció encerrado en la pieza de una fonda del Once, ante el asombro de su patrón; la tranquilizadora explicación de su pariente Lafinur ante el temor de que las tropasgauchas invadieran Montevideo: «el gaucho le teme a la ciudad»; el gesto semejante de los beduinos en las ciudades árabes e historias de jinetes mogoles frente a ciudades chinas. Y concluye:
Remotas enel tiempo en el espacio, las historias que he congregado son una sola; el protagonista es eterno [...] Hay un agrado en percibir, bajo los disfraces del tiempo, las eternas especies del jinetes y dela ciudad, ese agrado, en el caso de estas historias, puede dejarnos un sabor melancólico, ya que los argentinos (por obra del gaucho de Hernández o por gravitación de nuestro pasado) nosidentificamos con el jinete, que es el que pierde al fin.
(pp. 126-127)
Cruz pertenece a «la eterna especie» del jinete, y a esta naturaleza responden sus actos. El peón de la fonda,...
Regístrate para leer el documento completo.